Un error demasiado caro
El sermón o la prédica desde un púlpito, no resulta ser la mejor, ni suficiente, ni mucho menos la única herramienta, que tenemos a nuestro alcance los cristianos para predicar el evangelio.
Este hecho, lamentablemente, no es tenido en cuenta por un grupo importante de cristianos.
El estudio bíblico en pequeños grupos parece haber pasado de moda en algunas iglesias. Otras, están despreocupadas, porque nunca lo practicaron y no saben de qué se trata.
Y cuando digo estudio bíblico me refiero al estudio de La Biblia, no a otra cosa.
El costo a pagar por caer en semejante error es caro.
Si el objetivo es amontonar gente en los templos ¡Adelante! sin duda es el sermón, la técnica más adecuada y recomendada para hacerlo. Si a ello le sumamos una pisca de show, ni hablar. ¡Resulta impactante y contagioso ver un templo abarrotado de gente!
Pero si la meta pretendida es formar discípulos, para que luego formen nuevos discípulos, que luego cambien el mundo, lejos está el sermón, la disertación, la prédica, la lección magistral o como quieran llamarlo, de lograr lo que aspiramos, como lejos está, de lo que La Biblia nos propone.
Revolear desde un púlpito, sermones ampulosos, monocordes, monotemáticos, repetitivos, largos y muchas veces aburridos, pretendiendo de esta manera formar nuevos discípulos, está muy lejos del mandato bíblico.
La consecuencia de ello, está a la vista, resulta triste comprobar el desconocimiento casi total que tienen muchos cristianos de las escrituras, a quienes vemos luego caminando a ciegas, siendo presa fácil de cualquier charlatán de feria.
Contrariamente a lo que se cree, fueron muy pocas las veces que Jesucristo utilizó el sermón, como método para transmitir sus enseñanzas.
En el evangelio de San Mateo, podemos corroborar que solo dos veces se menciona que Jesucristo pronunció un sermón o discurso ante muchas personas. Ellos fueron: “El sermón del monte” y “Las parábolas del reino”.
En ambos casos muchos autores coinciden en que ambos “sermones” fueron en realidad, una recopilación de dichos de Jesus, hecho que no cambiaría para nada el contenido doctrinal de los mismos, haya sido de una manera u otra.
Muy por el contrario, es infinidad las veces que el relato bíblico nos indica claramente que la forma elegida por Jesus para contactarse con la gente era personal, cara a cara, mirando los ojos de su interlocutor, escuchando su voz, aconsejándolos, compartiendo su sonrisa y secando sus lágrimas si era necesario.
Ningún sermón, sea cual fuere la circunstancia o la fama del predicador, puede asemejarse siquiera, a lo detallado en el párrafo anterior.
Muy por el contrario, la distancia entre el disertante y sus escuchas es directamente proporcional a la cantidad de gente presente.
Las ocasiones en que Jesucristo se relacionó directamente con diferentes personas son innumerables, recordemos solo algunas: Mateo el publicano, Zaqueo el recaudador, el endemoniado gadareno, la mujer samaritana, el joven rico, Juan el bautista, el apóstol Pablo, un oficial romano, la suegra de Pedro, el paralítico, la mujer adúltera, Pedro, Santiago, Juan, los propios discípulos, el ladrón en la cruz, y tantos otros.
El sermón o lección magistral, es una forma tradicional de enseñanza muy loable, por cierto, pero con limitaciones muy importantes desde el punto de vista pedagógico, y porfiar que el Espíritu Santo se encargará de corregir los eventuales errores de forma prodigiosa, es la prueba de lo que afirmo.
¿Se imaginan enviar a un soldado a la batalla, desarmado y solo motivado por una arenga?
¿Se imaginan pretender instruir a nuestros niños remplazando las horas de clases por conferencias unidireccionales, donde no puedan preguntar ni cuestionar?
En el sermón:
- Uno es el que habla, los demás solo escuchan sin poder cuestionar lo que el eventual disertante afirma.
- No hay diálogo, no hay cuestionamientos, no hay preguntas, mucho menos repreguntas, por lo tanto, tampoco hay respuestas.
- El disertante generalmente no conoce a sus escuchas.
- El disertante no puede corroborar si su mensaje cumplió el objetivo, hecho que en un proceso educativo es fundamental.
- Al disertante le resultará imposible determinar los frutos de su predicación. Una mano levantada o un paso al frente no es garantía de nada.
- El sermón o la predicación a grandes grupos, es el método preferido y más adecuado, para quienes suelen manipular a su feligresía.
Pero nobleza obliga, seríamos injustos si no reconociéramos que a través de los tiempos un sin número de importantes predicadores cristianos han utilizado el maravilloso don de la predicación a través de sermones para anunciar el plan de Dios para nuestra salvación.
Y aún hoy sigue sucediendo.
No estoy en contra de los sermones y mucho menos es mi intención descalificarlos, en todo caso, solo se trata de un procedimiento didáctico, que pretendo colocar en el lugar que le corresponde.
A buen entendedor, pocas palabras.
Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón