Adolescencia y algo más

Alguna vez, durante mis estudios en un seminario teológico, cursé una materia llamada Psicología Evolutiva, dictada por el inolvidable pastor y médico psiquiatra Daniel Tinao.

En una de sus tantas clases magistrales, abordamos precisamente, el tema de la adolescencia. El pastor Tinao ilustró, con un ejemplo tan simple como revelador, el verdadero rol de los padres en la vida de los hijos.

Relató lo siguiente: En el cumpleaños de 15 de su hijo, un padre, con la mejor de las intenciones, se acerca a él, y con cierta solemnidad, le dice: Hijo, ha llegado el momento… tenemos que hablar de hombre a hombre. La reflexión del pastor Tinao, fue tan breve como contundente: ¡Ya era tarde!

Las palabras del padre no eran mal intencionadas, su deseo de orientar a su hijo era sincero, pero había esperado demasiado.

El momento para sembrar valores, guiar sus pasos y enseñarle a ser un hombre, ya había pasado. A los 15 años, su hijo ya había formado ideas, hábitos y tal vez sumado heridas, porque la formación del carácter no comienza en la adolescencia, sino en la niñez

Conversar "de hombre a hombre" no es una cuestión de edad, sino que se trata de un largo proceso que comienza mucho antes de la adolescencia.

La adolescencia es una etapa donde suceden cambios físicos, emocionales, psicológicos y sociales, la mente se transforma, las emociones se intensifican y las relaciones también cambian.

Es una etapa fundamental para el desarrollo de la personalidad, pero no es el momento donde podremos sembrar, sino el momento donde comenzaremos a cosechar lo que hayamos sembrado.

Es la niñez, el período clave en el desarrollo del ser humano, en ella se sientan las bases de lo que vendrá.

Es en la niñez cuando desarrollamos la autoestima, consolidamos hábitos y habilidades y es en ella cuando estableceremos las bases emocionales y mentales para afrontar luego, la adolescencia.

Un antiguo jefe me decía: “los niños son como aquel recipiente donde colocamos todos los días monedas, cuando el recipiente se rompa, encontraremos las monedas que en él hayamos colocado” Sabiduría popular que le dicen.

En el caso particular de los cristianos, encontramos en La Biblia, la correcta sabiduría para la crianza de nuestros hijos. En ella hallaremos principios eternos, valores firmes y consejos de amor y verdad, que nos guiarán en cada etapa de su formación.

No basta con proveer sustento material o educación formal, si descuidamos su formación espiritual y emocional. Tampoco corresponde, poner en manos de otros este trabajo.

Nadie dudaría en afirmar que hoy, más que nunca, nuestros niños están expuestos a un mundo saturado de voces y mensajes que, lejos de edificar, confunden, desvían y distorsionan la verdad.

Las redes sociales, internet, los medios de comunicación, las amistades, tienen un poder inmenso de influencia sobre ellos, y si no estamos atentos, nuestros hijos serán moldeados por valores contrarios a los que pretendemos que tengan. No podemos lavarnos las manos.

El Dios de La Biblia no nos deja solos en esta misión. Desde el Antiguo Testamento, nuestro creador nos instruye y aconseja acerca de cómo debemos manejarnos ante la situación que describimos en este artículo.

Probablemente sea Proverbios 22:6 un versículo clave:

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”

Más claro, échale agua.

Otro claro mensaje también lo leemos en Deuteronomio 6:6-7

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”

Ahora bien, convengamos que el gran tema en discusión es la disciplina, la pregunta es ¿Qué entendemos por disciplina?

La disciplina, muchas veces mal entendida, no es castigo cruel, sino guía amorosa.

Proverbios 13:24 y 29:15 nos recuerda que quien ama, corrige, y las consecuencias posteriores por no hacerlo.

“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”

“La vara y la corrección dan sabiduría; mas el niño consentido avergonzará a su madre.”

La corrección correctamente implementada no es otra cosa que una expresión de amor profundo.

El Apóstol Pablo, complementando la idea del significado de la disciplina, en su carta a los Efesios 6:4, exhorta a los padres:

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”

En la niñez, el corazón de un niño es tierra fértil. Todo lo que se siembra en él, palabras, actitudes, valores, ejemplos, echarán raíces. Dios, en su infinita sabiduría, nos ha confiado y exige a los padres una tarea sagrada: formar el carácter y la fe de nuestros hijos desde temprana edad.

Desconozco cuál es tu experiencia en particular.

Tal vez ya sea tarde… o tal vez no. Siempre hay una oportunidad para corregir el rumbo. Tal vez ya no sean tus hijos, sino tus nietos, o los niños que Dios ponga cerca tuyo.

Te dejo una sugerencia, no hagas oídos sordos a los consejos de tu creador, sé porque te lo digo.

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón