Apolos, una historia bíblica particular

Me considero un tenaz defensor del estudio de las escrituras bíblicas, de hecho, mi segundo libro “La Biblia y el calefón”, es precisamente una apología al respecto, y lo escribí pensando en los maestros de Biblia.

El motivo de mi postura es muy simple, entiendo que el conocimiento bíblico es, entre otras cosas, la mejor defensa que tenemos los cristianos, ante la infinidad de falsas doctrinas y creencias de origen humano, que oscurecen la Fe de los cristianos.

Mencionado esto, los invito a analizar juntos la historia de un hermanito de los primeros tiempos del cristianismo, que casualmente se llamaba Apolos.

Hechos 18: 24-26:

“Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el Bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios”

Cada vez que repaso estos versículos se me escapa una sonrisa de simpatía con el locuaz y elocuente Apolos, me hace acordar a mí mismo cuando di mis primeros pasos como cristiano.

A propósito de la historia de Apolos, los que estamos familiarizados con las escrituras, sabemos que los frutos de la información distorsionada en el cristianismo, es la proliferación de doctrinas apócrifas, y con esto no estoy afirmando nada nuevo.

Un error o una mentira en medio de muchas verdades produce estragos, y lo que está en juego no es poco.

Lucas, el autor del libro de Los Hechos de los Apóstoles, describe a Apolos muy claramente. Parece que era un tipo charlatán, conversador, vendedor, convincente y sobre todo fervoroso.

Estaba convencido de lo que creía, y no hay mejor vendedor del que está persuadido de las virtudes del producto que ofrece. Apolos sabía lo que tenía entre manos.

Pero resulta que, a pesar de ser un fuerte conocedor de las escrituras judías, de haber creído en Jesús como el mesías, de haber sido instruido en el camino del Señor, y de ser un apasionado de lo que creía, contaba con algunas limitaciones lógicas de aquel que recién comienza un camino.

La información que tenía y que transmitía parece que no eran totalmente correctas y de hecho eran restringidas, él solo conocía, dice la Biblia, “el bautismo de Juan”

No había nada para criticarle, porque sus limitaciones tenían que ver claramente con el momento que vivía. No tenía a su alcance las versiones de las escrituras que hoy nosotros disponemos, ni disponía de una PC donde acudir a Internet y así dilucidar sus dudas.

El tipo “iba al frente y sin red” como decimos por aquí.

Pero fueron precisamente estas evidentes limitaciones las que advirtieron a Priscila y Aquila, quienes con amor y paciencia deben haber llamado al ferviente Apolos a un costado y le dijeron…hermanito…está todo bien… pero nos gustaría aclararte un par de cositas importantes relacionadas con el evangelio de Cristo, la Biblia dice que:

“…le expusieron más exactamente el camino de Dios”.

Un alumno calificado y dos maestros amorosos y atentos en plena acción, ocupados en la formación de un discípulo.

Lo descripto hasta aquí, nos plantea dos cuestiones:

1- La primera de ellas, es que resulta fácil verificar, que hay muchos “apolos” deambulando por los diferentes templos cristianos. Hermanos que les estalla el corazón por predicar las buenas nuevas, pero con evidentes limitaciones de conocimiento bíblico, de la sana doctrina, como lo denomina la propia Biblia.

2- La segunda cuestión, es una consecuencia directa de la primera, y es la falta de “priscilas y aquilas” en las filas cristianas, para capacitar a los muchos “apolos” contemporáneos que deambulan por nuestros templos.

Lo que resulta evidente, es que la enseñanza sistemática de las verdades bíblicas, no parece ser la preocupación de una gran mayoría de los líderes cristianos.

Y la consecuencia de ello está a la vista, hermanos desorientados y confundidos…

“… que, como niños, son llevados de aquí para allá, por cualquier viento de doctrina, engañados por hombres que para hacerlo emplean con astucia las artimañas del error” Efesios 4: 14-16

Ser atrevido e intrépido no es lo mismo que ser competente y estar capacitado. Sentirme capaz de emprender acciones poco comunes, sin temer a las dificultades que puedan surgir en el camino, no es suficiente para hacerlo, sin morir en el intento.

Debemos perfeccionarnos en el conocimiento del contenido de las escrituras, para no engañar ni ser engañados por nadie, según nos alerta la carta de Pablo a los efesios que hemos leído.

Debemos tener en cuenta, además, que el campo de batalla ha mutado, es dinámico, y se transforma a diario.

El enemigo es el mismo, el daño que genera es el mismo, pero las armas que utiliza son otras y de ninguna manera podemos subestimarlo.

Por lo tanto, no podemos dormirnos ni bajar los brazos.

Como apologeta de la enseñanza bíblica, también creo, que ametrallar con infinidad de versículos sin ton ni son a nuestros eventuales oyentes, obligarlos a asistir a los templos, o contarles dudosas historias y dichos de antaño no es equivalente a instruirlos en las verdades bíblicas.

Tampoco creo que lo sea tirarles un sermón por la cabeza cada domingo para luego enviarlos a sus casas…y que sigan participando.

Hay muchos “apolos” esperando que nos hagamos cargo del tema.

Tenemos un ejemplo, y es Cristo, su trabajo era en la gran mayoría de los casos, “personalizado”

¿Por qué no nos dejamos de … perder el tiempo… y lo imitamos?

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón