Carta abierta a mis lectores
Deseo confesarles algo, en realidad, necesito hacerlo.
Trataré de describirlo en pocas palabras. Será una mezcla de una “catarsis justificativa”, por llamarlo de alguna manera, mezclada con algo de bronca.
Quiero recordarles que tengo 75 años, estoy felizmente casado hace 47 años (más 6 de noviazgo=53), tengo 4 hijos y 7 nietos. No conocí a mi padre, quien me abandonó de pequeño y he vivido mi infancia y adolescencia solo con mi madre, nos arreglamos como mejor pudimos.
En la actualidad sigo trabajando en mi empresa con la ayuda invalorable de mis hijos.
El ambiente religioso que me rodeó de pequeño, se definía como católico, pero no practicaban ninguno de sus ritos y cultos, solo atinaron a bautizarme, por las dudas.
Cursé los primeros años de estudio en un colegio católico, el Don Bosco, de Ramos Mejía, Buenos Aires, y el secundario en la escuela de Industrias Químicas Nº12, ahora Nº27 de Buenos Aires. Casualmente en ambos establecimientos educativos también estudió y se recibió, al igual que yo, el Papa Bergoglio.
En mi estadía en el Don Bosco, recuerdo haber “ayudado” infinidad de misas como monaguillo, allí tome la primera comunión y también me confirmaron, según el rito católico.
Estaba pupilo, tiempo completo, solo salía en las vacaciones. Recuerdo las largas oraciones antes de acostarnos, como así también haber sido campeón de catecismo (se trataba de repetirlo de memoria) Buenos recuerdos, ¿Cómo poder olvidarse?
Cuando me fui del mencionado colegio religioso, conocía en detalle quienes eran Don Bosco y María Auxiliadora, pero no tenía la menor idea, de quien era y que había hecho, Jesucristo por mí. Un detalle.
A los 17 años entré por primera vez a una iglesia cristiana evangélica, la misma que asisto hace 58 años, y la misma donde hace 55 años acepté el hecho, de que Cristo murió en la cruz por mí.
No menciono por su nombre a la denominación a la que pertenezco porque no interesa, y por la sencilla razón, que cuando me encuentre ante la presencia de Dios, no me va a preguntar a qué iglesia iba, sino quien era Cristo para mí.
Completando lo que sería mi CV cristiano, les cuento que no soy ni fui nunca, pastor, ni apóstol, ni profeta, ni teólogo, ni nada que se le parezca, ni lo quiero ser. Solo soy un simple cristiano del montón, que escribió alguna vez un par de libros, y que, desde hace aproximadamente 40 años, con todas sus limitaciones, pretende ser un humilde maestro de Biblia.
La frase que me identifica y que fue subtítulo de uno de mis libros, es: “Mi experiencia personal nunca debe ser la regla”.
A qué viene esta larga perorata. ¿Qué es lo que deseo confesarles?
“Que tengo un especial cariño, afecto y preocupación, por el pueblo católico” … a quien veo abandonado doctrinalmente a la buena de Dios, por parte de sus líderes.
Es un hecho concreto, que la gran mayoría del pueblo católico no conoce las escrituras bíblicas, y así andan, como bola sin manija, saltando de santo en santo, de virgen en virgen, de templo en templo.
La gran mayoría de ellos ignoran casi totalmente el contenido bíblico, hecho que, no les permite conocer la voluntad del Dios que dicen adorar.
Por el contrario, sus eventuales líderes, los han apabullado y lo siguen haciendo, con historias mágicas, misteriosas e incomprobables que solo los confunden y alejan de Cristo.
Por lo tanto, si a alguno de mis lectores evangélicos les llama la atención alguno de los temas doctrinales que abordo en mis posteos, no es por casualidad.
Desde mi humilde lugar trato de presentarles a mis hermanos católicos, el evangelio bíblico y no puedo olvidarme que “Nos une Cristo, que no es poco”
Pero la cosa no termina aquí para mí, porque también tengo mucha bronca e indignación por algunas cosas que suceden, particularmente en las redes sociales.
Porque mientras algunos, con todas nuestras limitaciones, tratamos de construir, otros, solo pretenden destruir…los. (Sí, está bien escrito)
A estos ¿Cristianos?, los vemos escondidos en las redes, subidos al caballo del fanatismo, llenos de soberbia y odio, atacar al pueblo católico, descalificándolo y condenándolo, olvidándose de que Cristo también murió por ellos.
Meten todo y a todos dentro de una bolsa para luego patearla.
Estos ¿Cristianos? Confunden pecado con pecador, QUE NO ES LO MISMO.
He hablado con algunos de ellos, tratando de convencerlos de que esta no es la forma, pero no hay caso, no entienden, parecen divertirse revoleando versículos e imágenes hirientes a troche y moche. Ni siquiera se destacan por su buena educación al hacerlo.
El argumento que esgrimen es simple: ¡Estoy denunciando el pecado!, como si el pecado que aluden fuera el único pecado de la humanidad. Les recomiendo se compren un buen espejo, yo ya tengo uno en mi casa en el cual me miro antes de juzgar a nadie.
Me pregunto ¿Quiénes somos los cristianos evangélicos para creernos superiores al resto de los cristianos? Y no estoy hablando de no denunciar el pecado.
De una cosa estoy convencido, cuando estemos ante la presencia de Dios, nos llevaremos más de una sorpresa.
Buscaremos a muchos que escuchamos cacareando y alardeando ser los mejores, y no los encontraremos, y por el contrario veremos a otros que nunca nos imaginamos que pudieran acompañarnos, en el Cielo.
Aprovecho la oportunidad para decirles a mis amigos cristianos católicos, que por suerte son muchos, lo siguiente: si soy algo cargoso, mis disculpas, si no coinciden conmigo, no importa, seguiremos siendo amigos.
Los amo en el Señor, y como siempre les digo, los quiero ver en el Cielo.
Ahora estoy más tranquilo, me saque un peso de encima.
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón