Decentemente y con orden

Soy de los que creo en la absoluta libertad de expresión, en todos los órdenes de la vida, la única condición, es hacerlo con educación y respeto hacia quien tenemos delante.

En el caso particular del cristianismo, que es el ambiente donde me muevo, resulta espinoso opinar acerca de ciertos temas, sin correr el riesgo de molestar a alguien, pero lo cierto es que no ganamos nada con callarnos.

En todo caso siempre queda la puerta abierta para demostrarnos que estamos total o parcialmente equivocados.

Por supuesto que no me considero el dueño de la verdad ni mucho menos; como cristiano tengo un solo espejo, La Biblia, que, aunque a mucho mal les pese, es la única referencia que tenemos.

El hecho de considerarme políticamente incorrecto, o para decirlo de otra manera, sin pelos en la lengua, me facilita el trabajo.

Vamos al punto que hoy me interesa conversar con ustedes.

El cristianismo, como la mayoría de las religiones, está fundamentado sobre tres pilares que lo identifican: su teología, su moralidad y su liturgia.

La teología, refiere sobre las creencias, dogmas, doctrinas y reflexiones acerca del Dios en quien creemos, y es la Fe, la llave que abre esta puerta.

La moralidad, se encarga de puntualizar el marco ético de comportamiento de los fieles.

La liturgia, por su parte, es el conjunto de ritos, ceremonias y prácticas que tienen lugar en los templos.

Resulta entonces, que, al margen de las cuestiones de Fe, las personas que nos rodean en este mundo, disponen de dos alternativas prácticas y visibles para evaluarnos, nuestra moralidad y nuestra liturgia.

La moralidad la manifestamos a través de nuestro diario vivir y la liturgia, la expresamos en ocasión de reunirnos en nuestros templos.

Es precisamente de la liturgia, que deseo conversar con ustedes en este posteo.

La liturgia, como ya lo mencionamos, es la manifestación práctica de nuestros actos de alabanza y adoración, lo hacemos en ocasión de nuestros cultos.

Podemos mencionar entre ellos: oraciones, cánticos, lecturas, ofrendas, y gestos simbólicos, que solemos matizar con elementos culturales, típicos de cada país.

Los cristianos, particularmente los evangélicos, solemos ser muy expresivos a la hora de practicar actos litúrgicos, y está muy bien.

El problema, a mi entender, se presenta cuando tales actos litúrgicos, por razones que no alcanzamos a comprender, transforman al culto, en un caos anárquico, dominado por el barullo y el desgobierno, donde cada feligrés, por más insólito y desagradable que resulte, hace lo que le parece, y todos al mismo tiempo. Doy fe.

Estos hechos, transforman al pretendido culto, en un desconcierto infernal, donde termina reinando el desorden y la confusión.

Confirmando las palabras de Eclesiastés 1:9 “… no hay nada nuevo bajo el sol…”, parece ser que el problema no es nuevo.

Porque también el apóstol Pablo, se encontró hace 2000 años atrás, con un problema semejante en la Iglesia de Corinto, hecho que lo obligó a enviarles el siguiente mensaje:

“Hermanitos, todo muy lindo lo que hacen, si quieren profeticen o hablen en lenguas, pero lo que hagan háganlo decentemente y con orden”

1ª Corintios 14:39-40

El mensaje de Pablo a los hermanos de Corinto, no era otra cosa que indicarles que debían de realizar sus cultos de una manera adecuada, correcta y ordenada, que es lo que significa precisamente, “decentemente y con orden”.

Podemos entender que hermanitos entusiasmados pretendan expresarse de particulares maneras a la hora de adorar a Dios, pero el problema se presenta, cuando lo hacen de formas estrafalarias y grotescas, que lo único que logran es espantar y atemorizar a quienes se les acercan.

Sugiero que no espiritualicemos el tema para justificar nuestras actitudes, porque el Espíritu Santo nada tiene que ver con el caos y el desorden, y mucho menos con espantar a la gente de los cultos.

Queda claro, que sea lo que fuere que hagamos, debe ser aceptable, correcto, razonable y respetuoso de las buenas costumbres de la comunidad donde vivimos, lo que nos obliga a utilizar además del corazón y los sentimientos, “el cerebro”, el cual, ciertos cristianos suelen dejar en su casa cuando acuden a los templos.

La vida eterna de las personas está en juego, por lo tanto, no debe haber lugar en nuestros cultos, para “SHOW, PAN Y CIRCO”

Deseo confesarles, que, en ciertos momentos, envidio un poco, solo un poco, el silencio respetuoso de las capillas católicas, donde la ausencia de ruidos y distracciones, facilita y promueve la reflexión personal y la conexión espiritual con nuestro Dios.

Para terminar, y como siempre les digo…”al que le quepa el poncho, que se lo ponga”

Poncho: prenda de abrigo que consiste en una manta cuadrada con un agujero en el medio, por donde hay que pasar la cabeza.

Es solo mi opinión, no tienen por qué, pensar lo mismo.

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón

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