EL CRISTIANISMO. Un cuerpo enfermo.

Como le he anticipado en las páginas iniciales de esta Web, además de considerarme un cristiano del montón, me auto califico, además, como políticamente incorrecto, o sea que llamaré a las cosas por su nombre, aunque a alguno lo incomode. No es mi intención herir a nadie, solo es mi forma de expresarme.

Muy a mi pesar, no tengo dudas en afirmar que el movimiento religioso al cual pertenezco denominado “cristianismo”, está enfermo. La enfermedad a la cual me refiero altera peligrosamente el comportamiento de lo que denominamos Iglesia, que según lo describe la propia Biblia, es el cuerpo de Cristo, o sea, nosotros.

Una enfermedad es: “La alteración más o menos grave de la salud, pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual. Anormalidad en el funcionamiento de una institución, colectividad, etc.”

Resulta fácil entonces comprobar, lo pueden hacer ustedes mismos tal cual yo lo hice, que el cristianismo está padeciendo de una dolencia silenciosa que lo carcome y lo destruye, que podríamos describirla como anemia espiritual aguda y a punto de ser crónica. La Biblia es menos sutil al describirla y califica a los afectados como cristianos débiles.

Parafraseando al autor de Hebreos 5:11-14 “Aunque es difícil explicarlo porque es lento para entenderlo, un cristiano débil es aquel que debiendo ser ya maestro, después de tanto tiempo de creyente, tiene necesidad de aprender todo de nuevo, necesita de leche y no de alimento sólido, vuelve a ser inexperto, porque es como niño y por supuesto no ha alcanzado la madurez necesaria para que sus sentidos disciernan entre el bien y el mal”.

Para encontrar al diagnóstico correcto debemos descubrir primero los síntomas, los motivos, por el cual este cuerpo estaría enfermo. Vale recordar que los síntomas son la manifestación reveladora de una enfermedad. Son la señal o indicio de algo que está sucediendo o va a suceder”

Los desafío, a que honestamente y sin prejuicios, piensen conmigo al respecto.

Luego de dialogar con miembros de diferentes grupos cristianos, y cuando digo cristianos me refiero a “todos”, pude verificar que muchos fieles devotos, a veces en forma ingenua y otras con marcado signo de preocupación, no hicieron otra cosa que confirmar mi diagnóstico. Porque resulta que “la gran mayoría de los que se autodenominan cristianos, tienen un absoluto desconocimiento del contenido bíblico”, dicho de una manera más coloquial, no tienen la más pálida idea de que se trata el mencionado contenido, sus conocimientos son confusos, contemplativos y otras muchas veces groseramente guionados a gusto y piacere del eventual maestro de turno, o sea que hablan por boca de ganso…y esto es grave, porque está en juego nada más y nada menos que su propia vida eterna.

Aquí, debemos aclarar algo que puede resultar simpático pero no lo es, nacer en un garaje no me transforma automáticamente en un auto, por lo tanto, nacer en un hogar que se auto denomine cristiano, no me hace automáticamente un cristiano. Sé que esto parece harina de otro costal, pero vale aclararlo. Seguramente en algún otro artículo trataremos el tema. Sigamos.

La ignorancia al respecto es patética, ¿La razón? Es fácil descubrirla, en la gran mayoría de los templos cristianos no se estudia La Biblia, ni en forma ordenada ni sistemática ni de ninguna manera. Y no debemos confundir estudiar La Biblia, con leerla, porque “Escudriñar las escrituras” según leemos en Juan 5:39” no es lo mismo que repetir versículos como loros sin entender su contenido, o tercerizar su interpretación, dejándola en manos de los “doctores de la ley”, que no es precisamente lo que la Palabra nos propone.

Para completar este triste panorama, también es fácil comprobar que un grupo muy importante de iglesias autodenominadas cristianas, de todas las denominaciones, incluidas las tradicionales (al que le quepa el poncho que se lo ponga), no parecen preocuparse y mucho menos ocuparse de enseñar a sus feligreses las verdades bíblicas en forma ordenada, metódica y sistemática. Mucho menos les aflige, comprobar y chequear la salud espiritual de sus miembros. Parece ser que ahora lo único que importa e interesa es amontonar gente en nuestros templos, contar cuántos somos y chequear el contenido del alfolí.

Es obvio pensar, además, que el innombrable, así llamo yo a Satanás, se ha ocupado de engañarnos y convencernos de que La Biblia es un libro oscuro, difícil de leer, difícil de interpretar, un libro sagrado que se mira y no se toca, que solo pueden hacerlo los ministros religiosos… ¿Dónde está escrito semejante barbaridad? El que les dije…se frota las manos.

Comprobamos además azorados que, en ciertas librerías también auto denominadas cristianas, ofrecen en sus vidrieras infinidad de fetiches, estatuas, estampas, amuletos y libros de dudoso contenido sin inmutarse, mientras las biblias están atrás, escondidas entre bambalinas. Me pregunto si Cristo no haría con ellas lo mismo que hizo con los mercaderes del templo.

La enfermedad a la que aludimos presenta diferentes grados de compromiso, que nos resultarían muy difícil de clasificar sin correr el riesgo de cometer errores involuntarios. En todo caso dejaremos librado a nuestra conciencia y fiel entendimiento el establecer honesta y sinceramente el lugar exacto donde creemos que estamos o para decirlo de otra manera, descubrir el grado de nuestra dolencia, si es que la padecemos. No dudo que hay excepciones, y a ellos les pido mis disculpas. No es mi intención ni deseo colocarlos a todos en una bolsa para luego golpearlos.

Lo triste de este panorama, es advertir que estos cristianos anémicos y débiles, son llevados tal cual la propia Biblia lo describe, “…de aquí para allá por cualquier viento de doctrina” y como consecuencia de ello los vemos deambular como bola sin manija, de iglesia en iglesia, de templo en templo, de santo en santo, de cofradía en cofradía, de secta en secta.

Son muy pocos los líderes cristianos que parecen estar preocupados por la madurez y el crecimiento espiritual de sus feligreses. La formación de nuevos discípulos ha quedado librado a la buena suerte. A nadie parece preocuparle el tema, cuando está en juego, como ya lo he mencionado, la vida eterna de cada uno de ellos, se les debería caer la cara de vergüenza.

Pero la Biblia se encarga de decirles lo que yo no me atrevo a decirles, cuando afirma en Lucas 17:2 “Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar que hacer tropezar a uno de esto pequeñitos”

El problema, es que el innombrable trabaja mientras nosotros entretenemos a nuestros ocasionales fieles. Su trabajo es personalizado, ya no es necesario ir a la montaña, ahora la montaña viene a nosotros. Esta es generalmente de color negro, rectangular, se mide en pulgadas y suele estar unida a la pared a través de un cable.

El método de confusión y manipulación es de manual, solo hay que mezclar verdades y mentiras y el tema está resuelto ¿Quién va a descubrir el engaño? La televisión ha pasado a ser el mejor agente de marketing de cómo hacer las cosas en contra de la voluntad del Dios de los cristianos.

Alguna cruel pero expresiva estrofa del tango “Cambalache” parece tener vigencia. “Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor Ignorante sabio o chorro, generoso o estafador”

Suena muy duro, pero ¿Qué tiene que suceder para que nos despertemos?

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón.