El edadismo y la mirada de Dios

El edadismo es categorizar y clasificar arbitrariamente a las personas por su edad, y el fundamento más importante que se utiliza para hacerlo, son los prejuicios.

Clasificar a la población es una tentación irrefrenable y no es otra cosa que una discriminación generacional, aunque no queramos admitirlo.

El término fue acuñado por primera vez en USA, en 1969. Su mentor, lo definió como un proceso de discriminación sistemática hacia las personas por su edad, comparable al racismo y el sexismo.

De hecho, el edadismo es una discriminación hacia nosotros mismos, porque todo llega.

El edadismo, es una forma sutil pero persistente de injusticia en nuestra sociedad. Se manifiesta menospreciando o valorando negativamente a una persona únicamente por su edad, ya sea por ser joven o, con mayor frecuencia, por ser mayor.

Esta actitud no solo afecta la vida social y laboral de las personas, sino también la manera en que percibimos el valor y la sabiduría de cada etapa de la vida.

El edadismo social, suele afectar mayormente a los grupos generacionales situados entre los 45 y más años, a quienes se los denomina vulgarmente como: “la generación silenciosa (80 o más años), los Baby Boomers (61-79 años) y la Generación X (45-60 años).

Yo, voy a referirme a lo que me toca.

A la luz de La Biblia, que es la manera que los cristianos analizamos la vida, haciéndonos eco de las instrucciones del “Manual del Fabricante”, como solemos llamarla, el tema adquiere una dimensión más profunda, porque las Escrituras no solo reconocen la dignidad de todas las edades, sino que exaltan la experiencia, el respeto mutuo y la igualdad ante Dios.

El apóstol Pedro entendiendo esto, declara en Hechos 10:34

“En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas”

Analizar el edadismo desde la perspectiva bíblica nos invita a reflexionar sobre cómo estamos honrando, o ignorando, esos principios en nuestra vida cotidiana.

El edadismo puede manifestarse de distintas maneras, aunque todas parten del mismo error: valorar a las personas según la edad, y no según su dignidad o su corazón.

La discriminación hacia las personas mayores es el más evidente. Se tiende a considerar a los ancianos como inútiles, lentos o incapaces de adaptarse a las nuevas reglas de la vida.

Sin embargo, La Biblia, salvo por los achaques naturales del cuerpo, enseña todo lo contrario.

“Corona de gloria es la vejez, cuando se halla en el camino de la justicia.” Proverbios 16:31

Dios valora la experiencia y la sabiduría que da el tiempo. Despreciar a los mayores es ignorar una fuente de consejo y discernimiento.

“Aún en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo; yo los sostendré.” Isaías 46:4

La vejez, lejos de ser una carga, es una corona. Es el reconocimiento de una vida recorrida con fe, esfuerzo y fidelidad.

El respeto hacia los mayores no debe ser solo cortesía, es obediencia al mandamiento divino:

“Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano…” Levítico 19:32

El edadismo también se manifiesta institucional y socialmente, cuando las estructuras laborales o culturales excluyen a las personas por su edad, impidiendo su participación plena.

“No hagas acepción de personas en el juicio; oirás tanto al pequeño como al grande.” Deuteronomio 1:17


El mandato divino es claro: toda discriminación es injusta ante los ojos de Dios, quien no hace diferencias de valor entre sus hijos.

Tampoco debemos olvidar el “edadismo interiorizado”, que ocurre cuando una persona asume los prejuicios sobre su propia edad y comienza a limitarse o a desvalorizarse a sí misma.

La fe enseña que el valor personal no depende de los años, sino de la fuerza interior que proviene de Dios.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4:13

“Corona de gloria es la vejez que se halla en el camino de justicia.” Proverbios 16:31

Cuando honramos a quienes han vivido más, también honramos a Dios, porque reconocemos en ellos la obra de Sus manos.


En una cultura que exalta lo rápido, lo nuevo y lo superficial, los ancianos nos recuerdan el valor de la paciencia, de la memoria y de la fe que no se rinde.

“En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia.” Job 12:12

Dios nunca jubila a sus hijos. Mientras hay vida, hay propósito.

Lo expresó el salmista con palabras llenas de esperanza:

“Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad.” Salmo 71:18

Los años no restan fuerza espiritual, la transforman en testimonio.


Sara, Abraham, Moisés, Simeón, Ana… todos fueron llamados y utilizados por Dios para sus propósitos en edad avanzada, recordándonos que
Dios sigue contando con los mayores para cumplir sus planes.

“Viejos son los trapos, diría mi abuela”

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón