El fanatismo religioso
“¿Cuál es la diferencia entre un fanático y un ciego? La diferencia, es que el ciego…sabe que es ciego”. Sabiduría popular, le dicen.
Probablemente haya pocas cosas más repelentes que el fanatismo en cualquiera de sus expresiones, y el fanatismo religioso no es la excepción a la regla, por más espirituoso que se lo quiera hacer parecer metiendo a Dios, la Virgen y todos los santos en el medio.
El diccionario nos revela que el fanático es una persona que defiende una creencia o una opinión con pasión, hasta aquí podría ser absolutamente entendible, pero, continúa afirmando el diccionario, esta defensa de lo que cree u opina es exagerada y desmedida a tal punto de no respetar las creencias y opiniones de los demás.
Podríamos aportar, además, que el fanático no pretenderá convencerte, el único propósito que los mueve es vencerte, no importa a costa de qué.
Los fanáticos religiosos existen en todas las religiones, y el cristianismo no es la excepción.
Suele confundirse al fanático con el fundamentalista, pero no son la misma cosa.
El fanático es el protagonista, y el fundamentalismo es la expresión práctica del fanatismo y se manifiesta generalmente a través de expresiones, actitudes y hechos, incluido el abuso psicológico.
Coloquialmente podemos describir a un fanático religioso cristiano, como aquél “fiel devoto”, perteneciente a alguna de las tantas corrientes cristianas de origen católico o protestante, que cree que se las sabe todas, y está obsesionado, fascinado y porque no, enamorado, de sus propias ideas.
Al fanático cristiano, muy poco le interesa lo que La Biblia afirma, es terco, y para él, lo único importante es la interpretación personal que hace sobre las expresiones bíblicas y de sus propias ideas. Esta particular situación no le mueve un pelo.
Sencillamente se enamoró de lo que cree o le hicieron creer, y como ardiente y fiel enamorado, no alcanza a ver en su plenitud lo que tiene delante de él, y como tal actúa.
Los pensamientos de los fanáticos religiosos suelen ser rígidos, intolerantes e intransigentes, a tal punto que pueden transformar en enemigo a cualquiera que no piense como él y en el peor de los casos, tratándose de cuestiones religiosas, lo imagina automáticamente en el infierno tomando mate con Satanás.
TODO LO CONTRARIO, es lo que propone el autor de La Biblia, donde la libertad de pensamiento y acción, es uno de los símbolos que la caracterizan. “Conocerán la libertad, y la libertad los hará libres”, resulta ser uno de tantos versículos que confirman lo que asevero.
A propósito del fanatismo, encontramos una pequeña historia en el Nuevo Testamento que quiero compartir con ustedes.
En Apocalipsis 3.20, el mismo Jesucristo nos dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”
Parafraseando el versículo podríamos afirmar que Jesus nos está diciendo lo siguiente: cuando pase por la puerta de tu casa, tocaré el timbre, y vos, en absoluta libertad podrás abrir o no la puerta. Si me dejas entrar, cenaremos juntos y conversaremos acerca de nosotros. Yo nunca patearé tu puerta o la golpearé para que la abras, por el contrario, será una decisión tuya que podrás tomar en absoluta libertad.
Resultaría una verdad de Perogrullo, afirmar que los seres humanos somos diferentes, y por muchas y diferentes razones. Nuestra edad, nuestro género, el lugar donde nacimos, la cultura a la cual pertenecemos, nuestro nivel económico, nuestra educación, y así podríamos seguir.
Por lo tanto, y como consecuencia de ello, cada uno de nosotros tiene vida e ideas propias, y puntos de vista seguramente ricos en matices como consecuencia de nuestras convicciones que han madurado a través del tiempo y que han formado nuestra personalidad.
Lo cierto es que el día que te encuentres con el Dios de La Biblia para cenar juntos, lo podrás hacer en total libertad y sin condicionamientos previos. Te aseguro que será una charla coloquial, y de ninguna manera tu invitado romperá el protocolo de la educación y los buenos modales.
Podrás conversar en confianza y no habrá presiones ni chicanas. Lo único que te aseguro es que tratará de convencerte, pero nunca de vencerte. Las decisiones correrán por tu cuenta.
Podrás mostraste tal cual, no será necesario que aparentes lo que no eres. De la misma manera, tu invitado, te dirá lo que piensa respecto a tu vida y de sus planes contigo, y te aseguro que te sorprenderá con su propuesta.
Es por todo esto, que podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que en el cristianismo no hay lugar para fanáticos. Si hay lugar para seres humanos convencidos de lo que creen y seguramente entusiasmados en contarte con respeto, sus vivencias.
La vida de los cristianos no es una cuadrícula o un molde donde todos debemos estar dentro y al que asoma un dedo se lo cortamos…y con los dientes. Las escrituras denominan a este comportamiento espurio como LEGALISMO.
En La Biblia hay principios que nunca cambian, que son indisolubles a través del tiempo, que los creemos por FE, pero debemos ser conscientes que muchas situaciones relacionadas con la vida diaria pueden llegar a cambiar. De hecho, crecemos, maduramos, aprendemos de nuestros propios errores y de los ajenos e inclusive podemos hasta arrepentirnos de lo que convencidos hemos hecho, y volver atrás.
Creer que uno lo sabe todo, ser inflexibles con nuestras opiniones, que no nos queda nada por aprender y que somos los únicos dueños de la verdad es un error, como también es un error simplificar todo de tal manera de transformarlo en blanco y negro, sin matices.
Habría mucho para conversar sobre este tema, pero el espacio y el tiempo es limitado.
Por último, y como una caricia les dejo un proverbio bíblico.
Proverbio 3:7-10 “No seas sabio en tu propia opinión, teme a Jehová, y apártate del mal. Porque será medicina a tu cuerpo y refrigerio para tus huesos”
Piénsalo
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón