Estudiando La Biblia / Nº13

El Gran Mandamiento

Equilibrio es una palabra que no se encuentra en la Biblia, sin embargo, podemos comprobar fácilmente que el equilibrio es una de las manifestaciones más evidentes de Dios, de su creación, de su palabra y de su presencia en la vida de las personas.

El diccionario define al equilibrio como: “Ecuanimidad y mesura” “Armonía entre cosas diversas” “Hay equilibrio cuando la resultante de las fuerzas que actúan sobre el estado de un cuerpo o sistema, es nula” “Hay equilibrio cuando un peso es igual a otro y lo contrarresta”.

La naturaleza es la manifestación del perfecto equilibrio y armonía entre cosas diversas. Encontramos particular equilibrio en el átomo, en la materia, en el universo, en el cuerpo humano.

Por su parte, y por el contrario, el desequilibrio o la falta de equilibrio, es una manifestación evidente de un desajuste en los factores que mantienen el equilibrio en todos los ámbitos, y es el ser humano el gran responsable de romper la armonía, tanto de la naturaleza como de su vida personal.

En la Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos de equilibrio.

Encontramos, por ejemplo, conceptos como que “Dios es amor” y que “Dios es justo”. Si Dios fuera sólo amor y perdonara todo, como se predica equivocadamente de ÉL, no solo no sería Justo, sino que sería, además, a los ojos de los hombres, un Dios ingenuo y tonto; si por el contrario castigara inflexible y rigurosamente, como alguna vez se predicó de Él, no sería un Dios de Amor, el Dios que llegó a dar a su hijo unigénito, para que de su vida por vos y por mí.

En la epístola de Pablo a los Romanos encontramos el centro de nuestro equilibrio: “Porque de él y por él y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos” Romanos 11:36 Cristo, porque de Él está hablando, es y debe ser el centro de nuestra atención y nuestro punto de equilibrio. Por lo tanto, es un mandato para los cristianos, que no debe haber nada ni nadie que lo remplace ni que ocupe su lugar. Los cristianos somos por FE “cristocéntricos”.

El ejemplo más claro de la voluntad equilibrada de Dios lo tenemos de la boca del propio Señor Jesús y es el llamado “Gran Mandamiento”. En realidad, y justamente por el asunto del equilibrio, no es uno, sino son dos mandamientos en uno, dos caras de una misma moneda. Ante la pregunta de un escriba: “Maestro... ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Mateo 22: 36- 39

Son dos mandamientos que podrían estar separados, pero no lo están. Cristo podría haber contestado sólo la primera parte del gran mandamiento, pero no lo hizo. Equilibrio entre lo espiritual y lo ético. Dos mandamientos que juntos forman uno indivisible y que los hombres no tenemos ningún derecho en separarlos, por más espirituales que nos consideremos.

En otras palabras, Dios nos está diciendo: “Muchachos, quiero que tengan en cuenta dos cosas, que son las más importantes para mí: nuestra relación y la relación que tengan entre ustedes. Las dos tienen la misma importancia. Yo no las separo; no las separen ustedes”

¿Alguno de nosotros se animaría a cumplir sólo con la mitad de este mandamiento y afirmar que está cumpliendo con la voluntad de Dios? Habría formas de incumplir este mandamiento, sin quizás darnos cuenta del error que estamos cometiendo. -Si me “consagro a Dios y me encierro en un templo, monasterio, claustro, o lo que sea, para exclusivamente adorarlo”, estaría cumpliendo solo con el primer mandamiento. -Si por el contrario, me dedicara con todo mi amor, exclusivamente a “ayudar a los necesitados”, algo muy loable, por cierto, también estaríamos cumpliendo solo con la mitad del Gran Mandamiento. En el primer caso estamos dejando de lado a nuestro prójimo, en el segundo dejamos de lado a Dios. Equilibrio cero.

En ambos casos estaríamos incumpliendo el Gran Mandamiento. Probablemente a alguno le sorprendan mis afirmaciones, pero como siempre digo, yo no escribí La Biblia, si hay reclamos deberían hacerlos al autor de la misma.

¿Alguien podría afirmar que la primera parte del gran mandamiento es más importante que la segunda mitad o viceversa? Evidentemente no, porque ambas están en perfecto equilibrio y, sobre todo, porque son la voluntad manifiesta de Dios.

Para los que han estado leyendo los artículos anteriores acerca del decálogo (los diez mandamientos), que encontramos en el libro de Éxodo, cap 20 del Antiguo Testamento, es necesario que presten atención a lo siguiente. “El Gran Mandamiento” está compuesto por dos mandamientos que se suman y complementan entre ellos perfectamente. Solo el primero de estos dos mandamientos (ama a tu Dios), lo encontramos en el decálogo, por el contrario, el segundo mandamiento (ama al prójimo como a ti mismo) no se menciona en el mismo.

Esto nos marca una vez más lo que venimos afirmando en artículos anteriores, la importancia para los cristianos de referenciarnos siempre en el Nuevo Testamento.

A los que no han leído los posteos anteriores acerca de estos temas, los invito a hacerlo. Solo deben buscarlos en la pestaña o el botón identificado como BLOG

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón.