Estudiando La Biblia Nº 5
El Nuevo Testamento
En el posteo anterior conversamos sobre el Antiguo Testamento y las diferencias que pudiera haber entre diferentes versiones de La Biblia. Ahora les anticipo que tengo una buena noticia acerca del Nuevo Testamento y su relación con las biblias católicas y evangélicas.
Pero antes de contarles de que se trata, permítanme confesarles algo relacionado con los temas que trato habitualmente en mis blogs, y de hecho trato de ser coherente con mi autodefinición de ser “un cristiano del montón y políticamente incorrecto”. Soy de los que cree que con respeto y palabras adecuadas se pueden decir cosas que a veces no son simpáticas.
Resulta que no es por casualidad que en cada uno de mis artículos incluya e involucre de una manera u otra al catolicismo romano. El motivo es muy sencillo, tengo amigos cristianos católicos de toda la vida, a quienes mucho quiero y aprecio, a los que considero honestos y sinceros en sus creencias, y también a ellos dirijo la temática de mis artículos.
Pero como debo ser honesto y sincero con ellos, y conmigo mismo, sumado al afecto personal que les tengo, me veo en la necesidad de señalar un tema, sensible quizás. Lo haré con temor y temblor, dado que no quiero que nadie se moleste con mis palabras y por supuesto que yo también puedo estar equivocado.
Resulta que luego de muchísimos años de contacto muy estrecho con numerosos cristianos católicos romanos, llegué a la conclusión de que hay un común denominador que los caracteriza, que no resulta muy simpático mencionar, pero que no puedo evitar hacerlo, ni nada ganaría con no hacerlo. En todo caso deberían tomarlo como una crítica constructiva.
Los católicos romanos en general, y son muy pocas las excepciones que he encontrado en mis años de vida, tienen un común denominador y este es, el llamativo desconocimiento de La Biblia y de su contenido. Dicen creer de tapa a tapa en ella, pero es muy evidente que muy poco la leen, y mucho menos parece que la escudriñaran. Suelen afirmar con honestidad dogmas de Fe que no figuran en las escrituras canónicas ni en las deuterocanónicas, o sea que tampoco figuran en sus propias biblias.
Situaciones similares suceden también en no pocas iglesias cristianas evangélicas donde la prosperidad y la sanidad del cuerpo parecieran ser dogmas de Fe, pero que tampoco tienen ningún sustento bíblico.
Si los católicos romanos que puedan estar leyendo estas líneas aún no se enojaron conmigo por lo afirmado en los párrafos anteriores, y aún siguen ahí, les cuento que mi aprecio por los católicos, probablemente esté relacionado con mi vida personal, dado que, durante algunos años, de pequeño, asistí como “pupilo” (solo salía en época de vacaciones) a dos colegios católicos. Recuerdo haber sido campeón de catecismo y haber ayudado infinidad de misas como monaguillo. Tengo recuerdos inolvidables de mi paso por ellos.
Al respecto, no puedo dejar de contarles una anécdota. Como les mencioné en párrafos anteriores, asistí a dos colegios religiosos católicos, el “Virgen de Lujan”, que se encuentra en Parque Patricios, Ciudad de Buenos Aires, y el otro fue el colegio salesiano “Wilfrid Barón de Los Santos Ángeles”, obra de Don Bosco de Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires. Hace poco fui a visitarlo para recordar aquellos tiempos, y me sorprendió ver en una vitrina una foto del Papa Bergoglio, resulta que él también estudió en dicho colegio. Bergoglio cursó 6º año del primario en el año 1949 y yo estuve cursando en los años 1956 y 1957. Hasta aquí sería solo una casualidad, pero la cosa no termina acá. Resulta que el Papa Bergoglio y quien escribe somos técnicos químicos, y ambos estudiamos y nos recibimos en el mismo colegio, hoy Escuela Técnica Nº 27, Hipólito Irigoyen, años atrás Escuela Industrial Nº 12, del barrio de Villa Luro, de Capital Federal, lo que no deja de ser una anécdota simpática para mí.
Ahora bien, la pregunta que más de uno de ustedes se estará haciendo es: ¿Qué tiene que ver todo esto con el Nuevo Testamento? En realidad, nada, pero me sirve de introducción para decirles a mis hermanos y amigos católicos y evangélicos que efectivamente tengo una buena noticia para darles,” El Nuevo Testamento” de las biblias católicas romanas y el de las biblias protestantes o evangélicas… ¡SON EXACTAMENTE IGUALES!
Ambas versiones contienen los mismos 27 libros.
Los primeros cuatro libros, a los cuales denominamos “evangelios”, fueron escritos por diferentes personas de carne y hueso como nosotros, en ellos se relata la vida de Jesucristo, cada uno con la perspectiva de su autor. A continuación, le sigue un libro donde se resume la historia de los primeros cristianos que denominamos comúnmente como “Hechos de los Apóstoles”. Más adelante, nos encontramos con un importante grupo de 13 cartas escritas por el apóstol Pablo, luego otro grupo de cartas escritas por los diferentes apóstoles a diferentes iglesias, a diferentes amigos y discípulos. Un pequeño grupo de cartas universales (sin destinatario en particular) y por último el famoso Apocalipsis. Se estima que todos estos libros fueron escritos durante los primeros 100 años del cristianismo.
Los libros, en el orden que aparecen en el Nuevo Testamento, son los siguientes: Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas, de Juan, cada uno lleva el nombre de su autor; Hechos de los apóstoles, escrito también por Lucas; Cartas de Pablo a saber: una carta a los Romanos, dos cartas a los Corintios, una a los Gálatas, una a los Efesios, una a los Filipenses, una a los Colosenses, dos a los Tesalonicenses, dos a Timoteo, una a Tito, una a Filemón, y otra probablemente a los Hebreos. Más adelante figura el libro de Santiago, de autor desconocido, y un grupo de cartas universales, como ya lo mencionamos, sin ningún destinatario en partículas, a saber: dos cartas de Pedro; tres cartas de Juan; una última carta de Judas (no Judas Iscariote), y por último el Apocalipsis escrito por el mismo Juan.
Lo importante del Nuevo Testamento para los cristianos, radica que, en su contenido, a diferencia del Antiguo Testamento, se encuentra descripto en detalle, nada más y nada menos que el plan del Dios para la salvación eterna de los seres humanos, incluidos vos y yo. Este plan detallado de salvación por parte de Dios, aparece sugerido en el Antiguo Testamento, pero de ninguna manera detallado como sí lo hace el Nuevo Testamento. En próximos posteos conversaremos del tema.
Si alguna vez pensaste en ir al Cielo, y te preguntaste cual es el camino, cual es la llave que abre la puerta, encontrarás en estos 27 libros la clave, y solo te adelanto una cosa, no depende de tus condecoraciones ni méritos para ser salvo, todo ya lo hizo Jesucristo. Pero si no me crees, o tenes alguna duda, es una buena oportunidad para corroborarlo vos mismo, en La Biblia que tengas a mano.
La buena noticia para los cristianos católicos y evangélicos es que hay algo más que nos une además de compartir el Nuevo Testamento, y ese algo más es nada más y nada menos que Jesucristo, Dios mismo que se hizo hombre para ocupar nuestro lugar en la cruz, hecho que no es poco.
Para concluir, se me ocurre decir que, si algún amigo te regala un Nuevo Testamento, léelo en confianza. Podrás en libertad absoluta, creer o no lo que lees, podrás aceptar o no las propuestas que la lectura te formulen, la respuesta a las mismas correrán por tu exclusiva cuenta, sin intermediarios.
Lo único que te puedo asegurar es que no muerde y que en sus páginas podrás encontrar el milagro que siempre esperaste.
PD: La foto adjunta es la de mi primera comunión, en el Colegio Don Bosco
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón