El sermón y la escuela bíblica
¡Vayan y prediquen el evangelio a todo el mundo! Marcos 16:15
Sabemos que tenemos que ir, sabemos que debemos predicar, sabemos que lo debemos hacer con todo el mundo, pero poco podremos hacer, si no sabemos de qué se trata.
De la misma manera, no podríamos enviar a un soldado a la batalla sin prepararlo con anterioridad.
Surgen preguntas: ¿Qué es predicar? ¿Qué es el evangelio? ¿Cómo debo hacerlo?
Predicar: es el acto de proclamar, enseñar, instruir, exhortar y persuadir a otros.
En el caso particular de los cristianos, cuando hablamos de predicar nos referimos exclusivamente a comunicar el evangelio.
El evangelio, no es otra cosa que el compendio de enseñanzas y principios de Fe comprendidos en La Biblia, en ningún otro lugar.
Quedaría por dilucidar acerca del ¿Cómo hacerlo?, y para ello, no necesariamente debemos acudir a La Biblia, porque el tema es puramente pedagógico, no es espiritual.
La pedagogía, nos indica que existen muchas formas o métodos didácticos para transmitir información, una de ellas es la comunicación oral, a través del habla, que es a la cual nos referiremos en este posteo.
En los tiempos de Moisés, el tema estaba vigente.
“Reúne al pueblo, varones, mujeres, niños y extranjeros para que oigan y aprendan y teman a Dios. También a los más pequeños, porque, aunque no entiendan, la oirán y aprenderán a respetar al Señor su Dios”
Deuteronomio 31:12-13
La comunicación oral incluye, conferencias, discursos, charlas, sermones, debates y conversaciones informales. El uso que le demos a cada una de ellas depende del contexto donde la utilicemos y los resultados que pretendamos obtener de nuestra enseñanza.
¿Cuál era el método que utilizaba Jesucristo? Sin ninguna duda que su método preferido era el debate y la charla informal cara a cara con sus eventuales interlocutores.
Alcanzan los dedos de una mano para contar las oportunidades, donde Jesús dio un sermón o conferencia, donde él hablaba y los demás solo escuchaban.
Lo que conocemos como “el sermón del monte”, no fue precisamente un sermón. Eruditos y estudiosos afirman que sin duda fue una recopilación de mensajes de Jesús, hecho, que no modifica para nada el valor y trascendencia del mismo.
Cuando Jesús enseñaba, lo hacía frente a frente, debatiendo con sus interlocutores, intercambiando ideas, intercambiando miradas, escuchando inquietudes, secando lágrimas o recriminando actitudes cuando fue necesario.
Un detalle pedagógico: Jesús, cumplía las dos reglas básicas de la enseñanza, primero las transmitía (enseñar), y luego, verificaba si habían llegado a destino (aprender)
Ahora bien, ¿Qué método didáctico de enseñanza se utilizan hoy en los templos cristianos?
Antes de seguir adelante con “el tratamiento”, necesito mostrarles “el diagnóstico” de manera tal que entiendan cual es mi preocupación y el motivo de este posteo.
Más del 80 % de los que se auto perciben cristianos en Argentina, desconocen en absoluto el contenido bíblico, o lo conocen parcialmente, independientemente de la congregación cristiana a la que pertenezcan.
Vale mencionar que recordar versículos de memoria no implica necesariamente conocer el fundamento bíblico.
Ahora bien, el diagnóstico, fácilmente comprobable, es preocupante, porque está en juego nada más y nada menos que la vida eterna de la gente.
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento está en manos de los líderes de las iglesias.
Nadie se atrevería a poner en duda el valor que tiene y ha tenido el sermón o la predicación, o como quieran llamarlo, cuando fue utilizado correctamente a través de los tiempos.
Tampoco yo lo hago, pero mis dudas están relacionadas con los resultados, los cuales son incomprobables, porque no es lo mismo amontonar gente en los templos que hacer discípulos.
Si bien el sermón es un método irremplazable en ciertas circunstancias, no es el más adecuado en otras, y esto no parece importarles a muchos predicadores, entusiasmados quizás por sus éxitos de taquilla.
Porque resulta que en los sermones, el predicador lleva toda la iniciativa. No conoce mayormente a sus escuchas, estos permanecen pasivos y solo receptivos. La comunicación es unidireccional. No hay preguntas, no hay respuestas, mucho menos re-preguntas. El predicador no puede comprobar si su mensaje llega, por lo tanto, no puede comprobar el aprendizaje por parte de sus escuchas. La monotonía de ciertas conferencias provoca la falta de atención. Si el predicador no utiliza correctamente los tiempos aburrirá o fastidiará a sus escuchas y logrará exactamente lo contrario de lo que se ha propuesto. Sermones largos aburren a los jóvenes y duelen a los viejos. No es eficaz en programas que pretenden cambiar comportamientos. El show y los gritos son para el circo. El sermón, es el método ideal para manipular a la gente.
Por el contrario, en el caso de la enseñanza a pequeños grupos, el contacto entre maestro y alumno es personal, él llama a sus alumnos por su nombre. Los protagonistas son todos. Los alumnos preguntan lo que quieren y participan en la solución de problemas de otros. El grupo discute a la luz de La Biblia, de igual a igual, los temas que se presentan. Analizan juntos las aplicaciones prácticas. El maestro los guía. El maestro conoce la necesidad de cada alumno lo que permite enfocar su enseñanza. El maestro puede evaluar el aprendizaje. Este método produce lazos de amistad entre los alumnos y el maestro. Las clases pueden continuar en una pizzería. Los maestros y alumnos, oran juntos.
¿Qué más puedo decirles? ¿Se nota que fui maestro de Biblia por más de cuarenta años?
Solo les sugiero lo siguiente, si coinciden conmigo, no duden en solicitar a sus líderes el aprendizaje de las verdades bíblicas en pequeños grupos, lo que tiempo atrás llamábamos “la escuela bíblica”, que hoy extraño.
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón
Les recuerdo que tengo a la venta mis dos libros, “Maldito Legalismo” y “La Biblia y el calefón”. Si les interesan no dejen de comunicarse conmigo.
Podrán ver de qué tratan, en la pestaña del BLOG, “Mis libros”