¿Fanático yo?
Alguna vez abordamos el tema, y considero pertinente hacerlo una vez más.
“¿Cuál es la diferencia entre un fanático y un ciego? La diferencia, es que el ciego…sabe que es ciego”
Probablemente haya pocas cosas más patéticas en los seres humanos, que el fanatismo, en cualquiera de sus expresiones.
Y el fanatismo religioso, particularmente en el cristianismo, es lamentablemente frecuente.
El diccionario nos revela que el fanático es una persona que defiende una creencia o una opinión con pasión. Hasta aquí podría ser absolutamente entendible.
Pero, continúa afirmando el diccionario, un fanático, es quien ejerce la defensa de lo que cree u opina en forma exagerada, desmedida e irracional, a tal punto de no respetar, las creencias y opiniones de los demás, “así como tampoco respeta a su eventual adversario”. Este último párrafo no figura en el diccionario, es de mi autoría.
El fanático no pretenderá convencerte, por el contrario, el único propósito que lo mueve es vencerte, no importa a costa de qué.
Suele confundirse el fanatismo con el fundamentalismo, están asociadas, pero no son lo mismo.
El fanático es el protagonista, el fundamentalismo por su parte, es la expresión práctica del fanatismo, que se manifiesta a través de expresiones, actitudes, hechos, e incluido, el abuso psicológico. Ambos actúan juntos.
Un cristiano fanático, sería aquél “fiel devoto” que cree que se las sabe todas y que su experiencia personal es la regla, para él y para todos los cristianos.
Al igual que todos los fanáticos, está obsesionado y fascinado de sus propias ideas y convicciones.
Es terco, y para él, lo único importante es la interpretación personal que hace de las diferentes doctrinas y situaciones, sean estas espirituales o éticas.
Está embelesado de lo que cree, o lo que le hicieron creer, y como ardiente y fiel enamorado, no alcanza a detectar su fanatismo. Es ciego, y suele ser guía de ciegos.
Sus pensamientos suelen ser rígidos e intransigentes, a tal punto que transforma en enemigo a cualquiera que no piense como él, y a quien imaginan automáticamente como merecedor del infierno.
Los fanáticos, en su ceguera, no se dan cuenta que, con su actitud, logran exactamente lo contrario de lo que pretenden, el rechazo de sus afirmaciones.
Estos cristianos, pueden pertenecer a cualquiera de las tantas corrientes cristianas.
Identifico dos tipos:
1-El fanático dogmático.
Resultan ser intensos y fieles defensores, sin mayores argumentos, de sus creencias, las cuales están basadas en lo que le contaron. Cree en La Biblia de tapa a tapa a pesar de que nunca la leyó, por lo tanto, no tiene convicciones propias. Obviamente tocan de oído.
2-El fanático legalista.
Son los más provocadores y pendencieros, suelen ser exaltados y desmedidos al expresarse. Resultan ser grandes conocedores de las escrituras, a la cual utilizan literalmente como un arma.
De hecho, la técnica que utilizan para brindar sus “batallas espirituales” es tomar la ametralladora, cargarla con versículos bíblicos, particularmente del Antiguo Testamento, apuntan al objetivo, aprietan el gatillo, y listo…que caiga quien caiga”
Para ellos, los daños colaterales no tienen importancia. El único objetivo es destruir y eliminar al supuesto enemigo.
Los versículos que utilizan a la hora de cargar la ametralladora, son generalmente sacados de contexto, pretendiendo hacerles decir, lo que ellos ya creen de antemano.
La segunda parte del gran mandamiento “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, parece no figurar en La Biblia de los fanáticos:
Para estos cristianos, es lo mismo PECADO que PECADOR. No tienen en cuenta que La Biblia condena efectivamente al PECADO, pero que Cristo murió por los PECADORES.
La intención que los mueve es eliminar al pecado y al pecador al mismo tiempo.
El argumento que utilizan para justificar su actitud, es el mismo que utilizaban los fariseos en la época de Jesús, “es palabra de Dios”
El fanático se auto percibe dueño de toda razón y suele caer en el mismo error que condena.
La psicología, argumenta varios motivos por el cual actúan los fanáticos: frustraciones personales, envidia, rivalidades, inseguridad, venganza, necesidades emocionales o psicológicas no satisfechas, etc.
Creer que somos los únicos dueños de la verdad, que somos los intérpretes elegidos, que no nos queda nada por aprender, que los pecadores son los otros, y ser inflexibles con nuestra opinión, resulta un error, como también es un error simplificar todo de tal manera de transformarlo en blanco y negro, sin matices.
Acompaño un sabio proverbio bíblico.
“No seas sabio en tu propia opinión, teme a Jehová, y apártate del mal. Porque será medicina a tu cuerpo y refrigerio para tus huesos”
Proverbio 3:7-10
Por último, y también para reflexionar, les dejo un dicho, muy popular en Argentina.
“Al que le quepa el poncho que se lo ponga”
Poncho: prenda de abrigo que consiste en una manta rectangular con una abertura en el centro por donde pasar la cabeza.
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón