Indulgencias 2025

Los periódicos nos informan que el papa Francisco inaugurará, el próximo 24 de diciembre, el tradicional Jubileo, con la apertura de la Puerta Santa de la basílica vaticana.

Hasta aquí no deja de ser, como tantas otras, una noticia de índole religiosa conmemorativa del catolicismo, que respetamos, como corresponde.

No merecería mayores comentarios de mi parte, si no fuera que la mencionada conmemoración, según podemos constatar, estará acompañada por un regalo de carácter extraordinario, cuyos destinatarios serían los cristianos creyentes vivos, o, los muertos que estuvieran cumpliendo alguna estadía en el purgatorio.

Esta dádiva, sería otorgada por el mismo papa, en nombre de la iglesia católica, como administradora de la redención de las almas.

El regalo, si no he entendido mal, es equiparable a la acción redentora de Jesucristo en la cruz, dado que se trata de, nada más y nada menos, del perdón de nuestros pecados a través de indulgencias.

El cardenal Angelo De Donatis, vicario general para la diócesis de Roma, fue el responsable de anunciar y publicar las correspondientes “normas para la concesión de indulgencias”, las cuales, como ya lo mencionamos, se realizarán en el próximo Jubileo, convocado por el papa Francisco en la bula "Spes non confundit" (la esperanza no defrauda).

El anuncio oficial del vaticano, así lo expresa: “…la misericordia de Dios se transforma en indulgencia del Padre, a través de la Esposa de Cristo (la iglesia católica). Alcanza al pecador, al cual libera de todo residuo y consecuencia del pecado”.

El regalo en cuestión, resulta ser “indulgencias para todos y todas”, que no es otra cosa que perdón de pecados para todo el mundo, pero bajo ciertas condiciones.

Podríamos llegar a interpretar entonces, que, a partir de esta resolución, el sufrimiento y la muerte de Cristo en la cruz, pasaría a ser un acontecimiento sin relevancia, un evento superado y desvanecido en el tiempo.

La respuesta a la pregunta ¿Por qué y para que murió Cristo en la cruz?, ya no tendría sentido, dado que, a partir de este Jubileo, nuestros pecados serían perdonados cumpliendo con los requisitos emplazados por esta nueva bula papal.

Convengamos que no resulta fácil entender el asunto, mucho menos explicarlo.

Entendemos entonces que, los creyentes en infracción, o sea en pecado, obviarían el purgatorio y se irían de cabeza al Cielo, luego de hacerle pito catalán a Jesucristo, que, a esta altura del partido, ya no sabemos para qué murió en la cruz.

No quiero ser aguafiestas, pero cabe destacar que, en La Biblia, el purgatorio no existe, mucho menos las indulgencias.

El comunicado resulta ser un manual de instrucciones acerca de cuáles deben ser las acciones a realizar para lograr las mencionadas indulgencias y el posterior perdón de pecados.

Son variadas y podríamos elegirlas de acuerdo a nuestra comodidad.

Obras de caridad, misiones populares, ejercicios espirituales, visita a enfermos, encuentros de formación, abstinencia de distracciones fútiles, banales, virtuales, sexo incluido. Dar dinero a los pobres, acudir a misa, ayudar a inmigrantes, ayuno, etc.

Una de las tareas para lograr las indulgencias destacadas en el comunicado, es de índole turístico, para lo cual deberemos disponer de algún tiempo, salud y dinero.

Se trata de la peregrinación a una de las cuatro basílicas papales de Roma (San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor o San Pablo Extramuros), o eventualmente a una de las tres basílicas de Tierra Santa (Santo Sepulcro de Jerusalén, Natividad en Belén, y Anunciación en Nazaret).

Este comunicado papal, no hace otra cosa que hacernos retroceder en el tiempo, precisamente a la Edad Media, donde las indulgencias eran una práctica común en el catolicismo.

En aquellos tiempos se creía que las indulgencias podían reducir o incluso eliminar la pena temporal por los pecados cometidos, tanto en esta vida como en el purgatorio después de la muerte.

No resulta simpático mencionarlo, pero vamos a decirlo con todas las letras, el fin de las indulgencias, en aquellos tiempos, era recaudatorio. Hoy, no parece que así fuera.

La práctica de otorgar, o vender indulgencias, resultaba ser un pecado en sí mismo, y fueron los reformados, para mediados del siglo XVI, quienes las denunciaron como una forma de corrupción dentro de la Iglesia, y fue este uno de los motivos por el cual nació el protestantismo.

Ahora bien, frente a estas cuestiones trascendentales, como es el perdón de nuestros pecados y nuestra relación con Dios, y con el fin de evitar confusiones y mal entendidos, los cristianos tenemos dos alternativas, o aceptamos mansamente cualquier cosa que nos digan, o acudimos a donde corresponde para informarnos, me refiero a La Biblia, la cual no anda con vueltas a la hora de describir la relación entre Dios y el hombre.

Son innumerables los versículos en el NT que mencionan estos temas, pero por razones de espacio y tiempo, les propongo que juntos analicemos solo uno de ellos.

“Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2:8-9

Versículo transcripto de La Biblia católica “El Libro del pueblo de Dios”, Fundación Palabra de Vida, Ediciones Paulinas.

¿Qué más te puedo decir?, lo acabas de leer, nada podés hacer para lograr el perdón de tus pecados, y mucho menos, a través de un trámite administrativo como lo son las indulgencias.

Lo que había que hacer, ya lo hizo Cristo por vos, solo debes creerlo por FE.

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón