La manipulación religiosa

La mayoría de nosotros alguna vez ha escuchado el cuento del sapo.

Si colocamos un sapo en agua hirviendo, su sentido de supervivencia lo hará saltar fuera de ella; pero si lo colocamos en agua a temperatura ambiente y luego lo calentamos lentamente, el sapo terminará hervido, durmiendo el sueño eterno, casi sin darse cuenta.

Este cuento describe de alguna manera, un arma de doble filo llamada manipulación, que cualquier ser humano, aún con muy poca capacidad intelectual, puede utilizar con fines nobles o, por el contrario, con fines reprobables. El problema se potencia cuando creemos que el fin justifica los medios.

El diccionario American Heritage define a la manipulación de la siguiente manera: “Manejo astuto o mañoso, especialmente en ventaja propia.”

Los cristianos creemos que un fin supremo es llevar a nuestro prójimo a los pies de Cristo, pero convengamos que no es lo mismo si lo acompaño llevándolo de “la mano”, si lo llevo “de los pelos y a la rastra”, o lo que es peor, si lo llevo “engañado”. Y esto vale para las cuestiones de fondo como para las cuestiones de forma.

El problema se presenta entonces, cuando confundimos el arma de doble filo que sí, es La Palabra escrita, me refiero a La Biblia, con lo contrario, que es meter a los feligreses de nuestras iglesias de cabeza en una olla para cocinarlos a fuego lento, y no me refiero a la acción del Espíritu Santo, por supuesto.

¿Quién de nosotros no sintió alguna vez un calorcito extraño cuando alguien, ya sea a través de un libro, un sermón, o una orden encubierta, calentaba muy sutilmente nuestra mente o nos obligaba a hacer algo que nos incomodaba?

¿O quién de nosotros, probablemente sin darnos cuenta, actuando seguramente de una manera honesta y sincera, anduvimos por ahí “predicando el evangelio” con la olla y el fósforo en la mochila?

El afán incontrolado del dominio sobre cosas y personas ha sido durante todos los tiempos la debilidad de muchos seres humanos. Todo el mundo está involucrado en alguna medida en este antiguo arte y los cristianos no somos la excepción.

La manipulación es una de las manifestaciones más evidentes, aberrantes, trágicas y nefastas del legalismo religioso cristiano y es lamentablemente fácil comprobar, que un gran número de “líderes cristianos” suelen utilizar este instrumento maléfico cada vez que se dirigen a sus feligreses.

Probablemente su inseguridad, quizás su desconocimiento de las escrituras, o su malicia, los obliga a acudir a ella. No disponen de argumentos intelectuales, por lo tanto, utilizan argumentos sentimentales. No acuden a las mentes de los feligreses, acuden a sus emociones. Convengamos que es más fácil y más efectivo.

Cualquiera de nosotros puede ser un manipulador, sea que lo hagamos honestamente o no, y de hecho yo mismo puedo estar actuando en este momento como tal.

Si bien solo los objetos pueden ser manipulados, también manipulamos cuando tratamos a las personas como si fueran objetos, con el fin de dominarlos. Esta forma de trato, que denominamos manipulación, significa una humillación, un rebajamiento de nivel, un envilecimiento del otro.

Esta reducción ilegítima de las personas a objetos es la meta del sadismo. Ser sádico no significa ser cruel, como a menudo se piensa. Ser sádico implica tratar a una persona de tal manera que se la rebaja de condición.

Manipula el que quiere vencernos sin convencernos. Seducirnos para que aceptemos lo que nos ofrece, sin darnos razones. El manipulador no habla a nuestra inteligencia, no respeta nuestra libertad; al manipulador no le interesa que pensemos, le interesa que “sintamos”.

El manipulador, actuará astutamente sobre nuestros centros de decisión a fin de arrastrarnos a tomar las decisiones que favorecen sus propósitos y convicciones, “que por muy loables que sean”, no justifican su actitud.

La manipulación responde en general, a la voluntad de dominar a personas y grupos en algún aspecto de la vida y dirigir su conducta. Al igual que el manipulador comercial, el manipulador religioso solo pretende convertirnos en simples clientes, con el simple objetivo de que adquiramos un determinado producto.

El manipulador religioso, que esencialmente es un manipulador ideológico, intenta modelar el espíritu de personas y pueblos de forma rápida, contundente, masiva y fácil. ¿Cómo se logra esto? Reduciendo a las personas de “una comunidad” a “una masa”.

La masa se compone de seres que actúan entre sí a modo de objetos; por el contrario, la comunidad es un grupo de personas ensambladas entre sí para enriquecerse mutuamente. Al carecer de cohesión interna, la masa es fácilmente dominable y manipulable por los deseosos del poder.

Ahora bien, ¿Cuál es la garantía que nos asegurará que nadie transforme a nuestra congregación en un montón amorfo de individuos llamados masa? “…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error…” Efesios 3:14

La solución está al alcance de tus manos, y se trata de que escudriñes, indagues y compruebes personalmente el decir de las escrituras. No tercerices su interpretación, serán bienvenidos los maestros honestos que quieran ayudarte, pero presta atención y no te duermas. Solicita sabiduría de lo alto para interpretar las escrituras y para identificar a los que pretendan manipularte.

Cuando las personas tienen ideales valiosos y convicciones éticas sólidas tienden a unirse entre sí solidariamente y estructurarse en comunidades, hecho que vemos claramente en los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles. Sugiero que los leas. Una estructura comunitaria sólida resulta inexpugnable.

Al respecto, John C. Maxwell, refiriéndose a una de las leyes del trabajo en equipo nos enseña:

Se supone que un equipo (una congregación) no es un grupo de personas usadas como instrumento por alguien para su propio beneficio egoísta. Los miembros de un equipo deben beneficiarse mutuamente al compartir sus metas. Deben ser motivados para que trabajen juntos, no manipulados por alguien para alcanzar gloria individual. Cualquiera que esté acostumbrado a reunir personas y usarlas para beneficio propio no es un formador de equipos; es un dictador."

En el próximo posteo conversaremos acerca de “CÓMO LO HACEN”

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón