Los milagros ¿EXISTEN?
Cuando los cristianos escudriñamos acerca de estos temas tan delicados, y al mismo tiempo no queremos actuar como bobos espirituales, porque no es necesario, debemos acudir al diccionario.
De hecho, la Fe no debería anular el funcionamiento de nuestro cerebro.
Según el diccionario, un milagro, es un hecho no explicable por las leyes naturales. Se los atribuye a una intervención sobrenatural.
En consecuencia, un milagro, dejaría de serlo, en el momento que entendemos científicamente, porqué sucede.
Las tormentas eléctricas en la antigüedad eran consideradas milagros, hoy todos sabemos que no lo son.
Hechos no explicables ni entendibles para los seres humanos, suceden todos los días, en todo el universo, en todo el mundo y en todos los ámbitos de la vida. No encontrarles explicación no los transforma automáticamente en milagro.
En un asalto, la bala rozó mi cabeza, pasó entre cuero cabelludo y cráneo, ¿Milagro?
El avión cayó a tierra y fui el único que se salvó, ¿Milagro?
Algunos podrán catalogar estos hechos como milagros, otros dirán que fue cuestión de buena suerte, y otros, como es el caso de los que iban conmigo en el avión, pero murieron, afirmarán que fue mala suerte.
Los cristianos solemos encontrar la respuesta perfecta para cuando no tenemos explicación de las cosas: “Dios así lo dispuso”, que sería una analogía del “es un virus”, de los médicos.
De esta manera quedamos bien con Dios y con nuestra conciencia.
Con la salud y las enfermedades sucede algo parecido.
La medicina no es una ciencia exacta, donde dos más dos siempre es cuatro.
En medicina hay muchas cosas que suceden, que no tienen explicación, pero por ello, no se transforman automáticamente en milagros.
Que un tumor maligno desaparezca de un día para el otro sin razón aparente, es algo que sucede todos los días, en todo el mundo, a miembros de todas las religiones, incluidos los ateos y los adoradores del Gauchito Gil, por supuesto.
En todo caso, lo que no debemos hacer, es clasificar como milagro cualquier cosa.
Un milagro, para la medicina, sería que te corten un brazo con un hacha, y que en poco tiempo te crezca otro brazo igual, con manos, dedos y anillos incluidos, ni hablar, si lo que te cortaron es la cabeza.
Como vemos, parecería que todo tiene un límite, que NADA tiene que ver con la Fe.
Ningún cristiano dudaría del poder de nuestro Dios en realizar milagros, damos Fe de ello, pero este no es el tema que hoy nos ocupa.
El asunto, de acuerdo a mi humilde entender, es que los seres humanos, particularmente los cristianos, “POR MIRAR EL ARBOL PERDEMOS DE VISTA EL BOSQUE”
En La Biblia, no solo se mencionan MILAGROS, también se mencionan SEÑALES, a las que pocos cristianos le dan la importancia que tienen.
Las señales no son otra cosa que un hito o un mojón que nos indica, que hay algo más adelante a lo cual debemos prestar atención. ¡Algo va a pasar!
Les contaré una anécdota, que he vivido personalmente, y que resume perfectamente lo que quiero decirles.
Hace unos cuantos años, un hermano, me pidió que lo acompañara a visitar a una iglesia cristiana que lo había invitado a que participe con su música, en un culto. Con gusto lo hice.
El culto en cuestión, se realizaba en una plaza y la concurrencia era muy importante. Me tocó ubicarme cerca del escenario.
Las palabras de Carlos, así era el nombre del predicador, giraron alrededor de su testimonio personal de vida.
Carlos nos contó que hasta hacía pocos años atrás, era ateo. No creía ni mucho menos confiaba en Dios. Negaba su existencia, pero paradójicamente discutía con él, e inclusive solía insultarlo.
Su vida era un caos, lo dominaba la bebida, la droga y la infidelidad hacia su esposa era común en él.
Pero resulta que un día, se enfermó una de sus hijas. Los médicos la desahuciaron, “tiene los días contados” le dijeron a Carlos.
Su respuesta ante esta situación no fue otra que enojarse una vez más con Dios.
Por aquellos días, un par de hermanitas, cristianas, lo visitaron y le pidieron permiso para orar por su hija, a lo que Carlos, de manera reticente aceptó, no había nada que perder, pensó.
Su hija, luego de las oraciones de estas fieles cristianas, y milagrosamente para los médicos, sanó.
Carlos concluyó su predicación esa tarde, enfatizando el hecho de que Dios “puede y hace milagros”, y su hija, presente en la plaza, era “la prueba del poder de Dios”
Todos los presentes alabaron a Dios con aplausos y los correspondientes ¡Aleluya!
El único confundido y casi molesto con las palabras del predicador parecía ser yo.
Le tomé el brazo a mi amigo, que estaba sentado a mi lado y le dije: ¡Este hombre está equivocado! ¡EL ARBOL LE TAPÓ EL BOSQUE!
Cuando Carlos bajó del escenario y pasó cerca mío, quise decirle lo que pensaba, pero mi amigo me tomó del brazo y no lo permitió, no parecía lo correcto hacerlo.
¿Cuál era EL MILAGRO?
EL MILAGRO, no era que su hija estaba sana y presente esa tarde en la plaza, EL MILAGRO era el propio Carlos.
EL MILAGRO era ver a Carlos predicando el evangelio de Cristo, y adorando al Dios, que tiempo atrás maldecía.
“Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” Lucas 15:7
Cristianos ¡SÍ, LOS MILAGROS EXISTEN, CLARO QUE EXISTEN! solo que tenemos que aprender a identificarlos.
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón