Mansos… pero no mensos

Esta ingeniosa frase, autoría de un gran pastor y mejor amigo, llamado Juan Calcagni, sintetiza en pocas palabras, la recomendación que nos dejara Jesucristo a los cristianos, a propósito de nuestra actitud en la vida a la hora de cumplir la misión que nos ha encomendado.

Las palabras de Jesucristo fueron las siguientes:

"Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos y astutos como la serpiente, pero sencillos como la paloma ¡Cuídense de los hombres!” Mateo 10:16

Es importante no confundir el correcto objetivo de la misma.

La advertencia y el posterior consejo, no es doctrinal, es netamente práctico, por lo tanto, cometeremos un error si espiritualizamos el tema.

En realidad, no habría forma de espiritualizarlo, al menos que retorzamos los versículos para que digan lo que no dicen, como algunos suelen hacerlo.

La recomendación de Jesus, tampoco es una contradicción, por el contrario, se trata de un consejo inteligente que no todos los cristianos lo tienen en cuenta a la hora de salir al ruedo. Un error, sin duda.

Debemos reconocer en principio, que, la imagen del lobo y las ovejas es muy elocuente y pertinente, dado que efectivamente, la tarea que se nos ha encomendado a los cristianos, no será fácil e inclusive, puede ser muy riesgosa, particularmente para algunos, saben a qué me refiero.

La realidad es, que, para la gran mayoría de nosotros, es muy poco probable que algún día tengamos que comparecer frente a las autoridades, que luego nos arrestarán y azotarán, tal cual lo describen los versículos que siguen al mencionado párrafo bíblico.

Pero sí, es cierto, y podemos dar fe de ello, que habrá hombres y mujeres, el mundo mismo, que nos confrontarán, que nos subestimarán, y despreciarán nuestras prédicas.

No faltará quien trate de engañarnos y desviarnos del camino predicándonos falsas doctrinas, inventos de hombres.

La premisa que sugiere el consejo de Jesús, es sin duda, que debemos estar preparados, dado que nuestro mensaje será “locura” para muchos.

La exhortación a ser astutos, sagaces y al mismo tiempo sencillos y humildes, sugiere un equilibrio perfecto, que nos permitirá entre otras cosas, presentar el evangelio, en forma inteligente y efectiva.

No resulta complicado entender por qué debemos estar preparados. Se trata de ser competentes a la hora de confrontar nuestras ideas con las del mundo, porque nuestro mensaje, el mensaje bíblico, es absolutamente contrapuesto al del mundo, tanto en cuestiones espirituales, como morales y éticas.

Nadie se atrevería a dar una clase magistral de un tema que no conoce.

El apóstol Pedro suma su grano de arena cuando nos recomienda “Estén siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” 1ª Pedro 3:15

Debemos por lo tanto ser firmes en nuestras creencias y correctos a la hora de manifestarlo.

Disponemos del ejemplo perfecto a imitar, Jesucristo.

Cada vez que tuvo que dirigirse ante quien correspondía, sus palabras siempre estuvieron matizadas de firmeza y templanza, y por el contrario, nunca lo vimos actuar cándida e ingenuamente.

Sus posturas y vocabulario siempre fueron claros y precisos, llamaba a las cosas por su nombre, pese a quien le pese, inclusive, pagando con su propia vida su atrevimiento.

Los cristianos, debemos ser hábiles para lograr nuestro objetivo, pero evitando el engaño, la confrontación y la desmesura, no perdiendo de vista que la vida eterna de las personas con quien hablamos está en juego.

Pero ser mansos, de ninguna manera implica que debemos ser mensos, o bobos espirituales. Bobo, palabra esta última elevada a la fama de la boca de Messi.

Personalmente defino al cristiano “menso”, como un “tarado espiritual”, haciéndome eco de la segunda acepción del diccionario de la palabra tarado, al definirlo como “imperfección de un objeto que disminuye su valor”

Es muy duro mencionarlo, pero eso es lo que ven quienes examinan cada uno de nuestros movimientos para luego juzgarnos. Estamos hablando de nuestro testimonio, no de otra cosa.

No tengo dudas en afirmar que una de las características más sobresalientes de estos cristianos, que La Biblia califica como débiles, es su desconocimiento casi total de las escrituras bíblicas, hecho este, que permite que sean llevados de las narices de aquí para allá, detrás de doctrinas apócrifas, como lo hacemos con nuestro cachorro cuando lo sacamos a pasear.

Esta situación los lleva a ser torpemente dogmáticos, llegando algunos, a creer en la Biblia de tapa a tapa sin siquiera haberla abierto.

La única vacuna que cura definitivamente esta enfermedad, es la lectura y el análisis bíblico en forma personal.

En ella, en La Biblia, no solo encontraremos el plan de Dios para nuestra salvación y la presencia de nuestro salvador en cada relato, sino también la voluntad de Dios para nuestras vidas, inclusive en recomendaciones prácticas, como es el caso del tema abordado en este posteo.

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón