Patrones de iglesia

No resulta sencillo abordar este tema, y probablemente alguno de ustedes se moleste conmigo al hacerlo, pero nada ganaremos escondiendo la cabeza bajo la tierra para negarlo.

“Patrón de estancia” es una expresión utilizada en Argentina, para referirse a una persona con mucho poder y autoridad sobre un territorio o una institución, y que lo ejerce de forma arbitraria y despótica, sin respetar las normas ni los derechos de los demás.

El origen de esta expresión se remonta a la época colonial, cuando los grandes terratenientes se establecieron en las zonas rurales y explotaron a los trabajadores y a los pueblos originarios.

Estos señores, se consideraban dueños de todo y no aceptaban ninguna oposición, ni crítica, a su forma de actuar.

La manipulación por conveniencia de las personas que lo rodeaban también formaba parte de su conducta.

El “patrón de estancia” no delegaba nunca sus funciones y mucho menos su poder, las cosas se hacían sencillamente como y cuando él lo determinaba. Su liderazgo no se cuestionaba.

No invertía tiempo en formar personas que puedan sustituirlo en el futuro, no le interesaba. No admitía la competencia, y consideraba que nadie podía hacerlo mejor que él.

Solían ser agresivos.

El problema se presentaba, porque todo llega, cuando por alguna razón no podía cumplir sus funciones, y su fantasía de inmortalidad se diluía, perjudicando a toda la comunidad que lo rodeaba.

Si lo relatado hasta aquí, les recuerda a algunos de ustedes, al líder o los líderes de la iglesia que asisten habitualmente, no es casualidad, porque que los hay, los hay.

Este breve retrato del “patrón de estancia”, resulta ser una perfecta analogía de lo que solemos ver en algunos templos, donde auto proclamados pastores, pastoras, apóstoles, obispos o lo que sea, pretendiendo ser los dueños de sus iglesias, actúan como tales, precisamente como “patrones de iglesia”

Las consecuencias de este tipo de actitudes autoritarias, las vemos exteriorizadas al advertir la situación espiritual y emocional de muchos hermanitos que andan vagando por ahí, golpeados y lastimados por estos señores…o señoras.

¿Por qué lo hacen?

Es una buena pregunta, de la cual no tengo la respuesta. Solo tengo claro que no podemos meter a todos estos personajes, dentro de una bolsa para luego patearla, a la bolsa.

Tampoco podríamos afirmar que todos actúan con malas intenciones, aunque esta sea una posibilidad, pero resulta razonable pensar que sus actitudes lastiman el cuerpo de Cristo, su iglesia, por lo tanto, no podemos permanecer con la boca cerrada.

La psicología de este tipo de personas, que las hay en todos los ámbitos, suelen ser el resultado de una serie de factores, tales como la educación, la cultura y las experiencias de vida de cada uno de ellos, pero convengamos que nada de esto justifica su accionar.

Un verdadero líder cristiano, en sus cabales, sabe, o debería saber, que los seres humanos no tienen todos los mismos dones ni los mismos talentos, ni la sabiduría suficiente para resolver todos los asuntos, sean estos los que sean, y por supuesto que él tampoco los tiene.

… cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviendo los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” 1ªPedro 4

El simple hecho de reconocer nuestras limitaciones resulta razón suficiente para admitir que necesitamos de otros hombres y otras mujeres para realizar el trabajo que Dios no ha encomendado y que nada nos pertenece.

Hoy lo definiríamos como el “trabajar en equipo”

Este pensamiento está perfectamente descripto por Pablo en 1ª Corintios 12. Léanlo por favor.

Podemos comprobar que, con el mismo criterio, miles de años antes, en el libro de Éxodo 18:13-27, cómo el suegro de Moisés, Jetro, le recomendó a Moisés designar personas que pudieran ayudarle en su ministerio.

La Biblia nos alienta a trabajar en equipo, no vemos rasgos de autoritarismo en ninguno de sus protagonistas, mucho menos en el cristianismo.

Ni siquiera Jesus, siendo quien era, lo hacía.

Nos enteramos acerca de casos extremos en la historia contemporánea, donde la personalidad dislocada de un líder llevó a su feligresía a la locura. Esto obliga a todos los cristianos a estar alertas, no sea que caigamos en la trampa que nos proponen estos personajes.

Nuestro líder y cabeza de la iglesia es Jesucristo, Dios mismo, por lo tanto, nadie, absolutamente nadie, puede ocupar su lugar, y esto… es palabra de Dios.

Para terminar, les dejo un desafiante versículo:

“Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” Juan 8:32

Deberías preguntarte si eres realmente libre.

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón