Predicando el evangelio. Como llevarlo a cabo.
Solo para cristianos comprometidos.
Los cristianos, sabemos, o deberíamos saberlo, cual es el encargo o comisión, que el Dios, que decimos creer y adorar, nos ha encomendado.
¡Vayan, y prediquen el evangelio a todo el mundo! Marcos 16:1
Sabemos que tenemos que ir, que debemos predicar, que lo debemos hacer con todo el mundo, pero poco o nada podremos hacer, si no sabemos de qué se trata.
Surgen preguntas: ¿Qué es predicar? ¿Qué es el evangelio? ¿Cómo debo hacerlo?
Predicar, no es otra cosa que divulgar, enseñar, instruir, exhortar y persuadir a otros, acerca de cualquier cuestión.
En el caso particular de los cristianos, cuando hablamos de predicar nos referimos exclusivamente a comunicar, a transmitir ¿Qué cosa? el evangelio. Así de simple.
¿Qué es el evangelio?
El evangelio, es el resumen de enseñanzas y principios de Fe, comprendidos en La Biblia, en ningún otro lugar.
¿Cómo hacerlo?
La respuesta a esta pregunta no necesariamente la encontraremos en La Biblia, porque el tema, no es espiritual, es pedagógico, y es justamente sobre este punto, que quiero que pensemos juntos hoy.
No necesitamos prender ninguna vela, ni acudir a ningún ángel, para resolver esta cuestión, solo debemos utilizar el cerebro que Dios mismo puso en nuestra cabeza.
La pedagogía es la ciencia que estudia la educación y la enseñanza, la cual nos indica que existen muchas formas o métodos didácticos para transmitir información.
Una de estas formas, es la comunicación oral.
En los tiempos de Moisés (1400 años aC), nuestros antepasados, se hacían las mismas preguntas, respecto al cómo transmitir la voluntad del Dios que adoraban y, de hecho, la única posibilidad de hacerlo, era de forma oral, no existía la escritura.
“Reúne al pueblo, varones, mujeres, niños y extranjeros para que oigan y aprendan y teman a Dios. También a los más pequeños, porque, aunque no entiendan, la oirán y aprenderán a respetar al Señor su Dios” Deuteronomio 31:12-13
La comunicación oral, incluye conferencias, discursos, talleres, charlas, sermones, debates e inclusive, conversaciones informales.
¿Cuál era el método que utilizaba Jesucristo? Sin dudas, podemos afirmar que su método preferido, fue la charla informal, el debate respetuoso, cara a cara con sus eventuales interlocutores.
Alcanzan los dedos de una mano para contar las oportunidades, donde Jesús dio un sermón o conferencia, frente a muchas personas.
El famoso “sermón del monte”, no es otra cosa que una recopilación de enseñanzas de Jesús, hecho, que no modifica para nada el valor y la trascendencia del mismo.
Cuando Jesús enseñaba, lo hacía frente a frente. Debatía con sus interlocutores, intercambiaba ideas, miradas, inquietudes, secaba lágrimas, y recriminaba actitudes cuando fue necesario.
Jesús, cumplía las dos reglas básicas de la enseñanza, primero las transmitía (enseñanza), y luego, verificaba si habían llegado a destino (aprendizaje)
Ahora bien, ¿Qué método didáctico de enseñanza se utilizan hoy en los templos cristianos?
Resulta lamentablemente fácil verificar, que son muy pocas las congregaciones cristianas, que utilizan el método didáctico que Jesús utilizaba, si es que utilizan alguno. El método comúnmente utilizado es el sermón, homilía, discurso o como quieran llamarlo.
Los resultados están a la vista, más del 80% de los feligreses que asisten a los diferentes cultos, desconocen casi en absoluto el contenido bíblico, y no faltan los que tocan de oído.
La solución a este problema, no es mágico, tampoco es espiritual, es absolutamente práctico.
Nadie se atrevería a poner en duda el valor que tiene y ha tenido el sermón o la predicación, o como quieran llamarlo, a través de todos los tiempos, cuando fue utilizado correctamente.
El problema lo comprobamos cuando analizamos los resultados, me refiero a los frutos.
Y cuando hablo de frutos, lejos estoy de referirme a la cantidad de personas que asisten a los cultos, por el contrario, me refiero a la vida diaria de estos supuestos cristianos, precisamente, cuando se retiran del templo y se dirigen a sus hogares.
Realizar reuniones multitudinarias donde todos saltan, bailan, gritan, o callan, no resulta ser ninguna prueba de nada, porque, de hecho, “no es lo mismo amontonar gente en los templos, que hacer discípulos”
El sermón, es un método irremplazable, pero también es cierto que no es el más adecuado siempre, y esto no parece importarles a muchos predicadores.
En los sermones, el predicador lleva toda la iniciativa. No conoce mayormente a sus escuchas, estos permanecen pasivos y solo receptivos. La comunicación es unidireccional. No hay preguntas, no hay respuestas, mucho menos re-preguntas.
El predicador no puede comprobar si su mensaje llega, por lo tanto, no puede comprobar el aprendizaje por parte de sus escuchas.
Y si esto fuera poco, el sermón, es el método ideal para manipular a la gente.
Por el contrario, en el caso de la enseñanza a pequeños grupos, tal cual lo hacía habitualmente Jesucristo, el contacto entre el maestro y sus eventuales interlocutores es personal.
El protagonismo ya no está sobre el predicador, ahora se suman sus eventuales alumnos, quienes interactúan, resuelven problemas juntos y discuten los temas a la luz de La Biblia. El maestro guía sabiamente, corrige, y evalúa el aprendizaje.
Soy consciente, de que lo que estoy afirmando puede incomodar a muchos, pero no es mi intención molestar a nadie.
Lo que no puedo evitar de mencionarles, es que estoy preocupado, porque a muy pocos parece importarles la escuela bíblica. No me gusta lo que veo, y me preocupa el futuro, del cual ya no seré protagonista.
Quizás puedas coincidir conmigo, si así fuera, te sugiero que NO TE CALLES. Con respeto, transmite tus inquietudes a los líderes de tu iglesia, ellos te lo agradecerán, el Señor, nuestro Dios, también.
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón