Principios… no reglas
En las escrituras bíblicas, existen REGLAS y existen PRINCIPIOS. Las diferencias entre ellas son significativas. Ambos conceptos guían la conducta de las personas, pero lo hacen en forma muy diferente. Muchos cristianos suelen confundirlas.
Las reglas y leyes fueron mandatos específicos, concretos y puntuales que debían cumplirse literalmente, y que fueron dadas al pueblo judío para regir su vida civil, moral y religiosa.
Indicaban lo que se podía y no se podía hacer, se centraban en la “conducta externa” y estaban muy influenciadas por las costumbres de la época. Muchas de ellas debieron mutar con el tiempo adaptándose a las circunstancias.
Los principios, por su parte, y, por el contrario, fueron y aun lo son, verdades invariables, universales e inmutables a través del tiempo. Fundamentos morales, espirituales y éticos, que inspiran y orientan la vida de los seres humanos, particularmente la de los cristianos.
A diferencia de las reglas, los principios, se centran en la actitud interna del ser humano. Siguen absolutamente vigentes a través del tiempo, y revelan el corazón y la voluntad del Dios de La Biblia.
“Yo no cambio dice el Señor” Malaquías 3:6
Lo cierto es que, en las escrituras, no se encuentran todas las reglas que se relacionan con cada una de las circunstancias de la vida. De hecho, no acudimos a La Biblia para averiguar si podemos cruzar un semáforo en rojo.
Debemos admitir, además, que muchas de aquellas leyes han dejado de ser pertinentes, transformándose en absolutamente inaplicables y obsoletas.
Fueron normas y reglamentaciones perfectamente entendibles para la época en que fueron escritas. Formaban parte de las costumbres y jurisprudencia de aquellos tiempos, inclusive desde antes de Abraham, pero entrarían en conflicto directo con las actuales leyes y costumbres de la gran mayoría de los países occidentales y cristianos.
A ninguno de nosotros se nos ocurriría tener esclavos según lo admitía Levítico 25:44. Mucho menos se nos ocurriría “no permitir” que nuestras hijas se casen libremente, tal cual lo sugiere el mismísimo apóstol Pablo en 1ª Corintios 7:36-37
¿Quién de nosotros se atrevería a poner estas reglas en vigencia? En el primer caso terminaríamos todos presos y en el segundo…no quiero ni imaginármelo, tengo tres hijas.
Un ejemplo aún más claro lo encontramos en uno de los mandamientos, el cual nos demanda: “No matarás”. Éxodo 20:13
Refiriéndose al mismo tema, nos encontramos en el NT con el principio amplificador de la regla: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39
Y Jesús profundiza aún más el concepto en Mateo 5:22: “Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio.” Jesús no anula la regla, la eleva al nivel del entendimiento y del corazón.
En Deuteronomio 22:5, se ordenaba que la mujer no debía vestir ropa de hombre. En 1ª Timoteo 2:9, encontramos el principio que supera la regla: “las mujeres deben vestirse decorosamente”.
Y así podríamos dar cientos de ejemplos.
Las reglas podemos cumplirlas sin ningún compromiso interior, los principios, en cambio, no son superficiales, son profundos, apelan al corazón y exigen una transformación interna que orienta nuestras decisiones incluso cuando no haya reglas explícitas.
Cumplir las leyes y reglamentaciones, particularmente las del AT, al pie de la letra, sin comprender su verdadero propósito, es no entender la voluntad del Dios de la Biblia.
La solución a este aparente conflicto surge cuando entendemos que “la Biblia no está edificada sobre leyes y reglas, sino sobre principios”.
Este concepto, aunque básico, es profundamente significativo. El cristiano no vive por obligación, sino por convicción. Dios no busca “santos por decreto”, sino hijos transformados desde el corazón.
“Pondré mis leyes en su mente, y sobre su corazón las escribiré.” Hebreos 8:10
El pastor Luis Palau nos ayuda a entender el concepto cuando afirma: “En las escrituras no hay métodos, hay mensajes”
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón