Razones para creer
"Si bien la Fe no necesita razones, no todas las razones para creer, deben ser necesariamente, cuestiones de Fe"
Porque lo cierto es, que nuestro creador, nos ha dejado pruebas fehacientes de su existencia, y los cristianos curiosos, como es mi caso, solo debemos tomarnos el trabajo de descubrirlas.
Hoy quiero compartir con ustedes algunas cuestiones que nada tienen que ver, precisamente, con la Fe.
La primera frase que encontramos en La Biblia dice lo siguiente:
“En el principio creo Dios los cielos y la tierra”
Génesis 1:1
El libro del Génesis es el primer libro del Antiguo Testamento en La Biblia cristiana, como así también en la Torá Judía.
La palabra génesis significa origen o principio, y en este libro, homónimo, el primero de los 39 que forman parte del Antiguo Testamento, se describen sucesos singulares, como lo es, nada más y nada menos, el origen del universo.
Los sucesos consignados en esta obra literaria, ocurrieron mucho antes de que existiera la escritura. Fueron transmitidos oralmente, de generación en generación, hasta los siglos XV-XIII aC, cuando fueron plasmados en un soporte escrito, según algunos afirman, por el propio Moisés.
El libro de Génesis, no es un tratado de historia y geografía ni nada por el estilo, se trata de un libro religioso, que como ya mencionamos, fue escrito en tiempos muy antiguos, por lo tanto, no podemos esperar de él, la exactitud de un tratado científico.
El relato de la creación del universo, descripto en Génesis, fue, durante siglos, muy discutido por religiosos y científicos, creyentes y escépticos, cada uno de ellos utilizando los argumentos que disponían, argumentos que debieron adaptarse con el pasar del tiempo, frente al avance de nuevos descubrimientos científicos.
Hasta principios del siglo pasado, la teoría predominante respecto al universo era la siguiente: “es y será eterno”. No fue creado, no hubo un creador, no tuvo un principio, siempre existió y siempre va a existir.
Pero a partir de principios, y avanzado el siglo XX (1920-1950), surgió la teoría del “Big Bang” que postulaba todo lo contrario.
Esta teoría, afirmaba que el universo tuvo un principio, y que todo lo existente en el universo observable es el residuo de una gigantesca explosión ocurrida hace aproximadamente 14000 millones de años.
La teoría del Big Bang, es en la actualidad, ampliamente aceptada por la comunidad científica, como la explicación más plausible sobre el origen del universo. Fue comprobada por una amplia variedad de evidencias, transformándose, junto con la teoría de la relatividad de Einstein, en la teoría más importante de la física hasta la fecha.
Como consecuencia de ello, la gran mayoría de los científicos modernos han dejado de lado la presunción de un universo eterno, ahora, el universo, tal cual lo conocemos, tuvo un principio.
Pero esta teoría, presenta un inconveniente filosófico, particularmente para los que no aceptan la existencia de un dios, porque si admitimos que hubo un principio, debemos también admitir que debió existir la mano de un creador, a quien algunos llamamos Dios.
Para resolver este dilema, y evitar prejuicios semánticos, que nos lleven a conclusiones erróneas, algunos prefieren cambiar la palabra “Dios”, por, “algo o alguien”. Diríamos entonces, que “algo o alguien”, apretó el botón que produjo el Big Bang.
Ahora bien, fuera de cualquier cuestión religiosa, los cristianos debemos admitir que el Dios en quien creemos, ha dejado frente a nosotros, pruebas indudables de su existencia, solo hay que buscarlas, o en todo caso, saber apreciarlas.
Por lo tanto, no solo tenemos la oportunidad de levantar nuestra vista hacia el Cielo, una noche límpida, y admirar su creación con una actitud de Fe, sino que ahora también tenemos a nuestro alcance intelectual, razones científicas, que nos señalan que alguien estuvo y está detrás de todo lo existente.
George Smoot, Premio Nobel de Física, año 2006, astrofísico, profesor en la Universidad de Berkely, afirmó: “No hay ninguna duda de que existe un paralelismo entre el Big Bang y la noción cristiana de una Creación desde la nada”
Richard Smalley, Premio Nobel de Química, en el año 1996 afirmó: “Aunque sospecho que nunca lo entenderé del todo, ahora pienso que la respuesta es muy simple: es verdad, Dios creó el universo hace millones de años y necesariamente él se ha involucrado en su creación desde entonces”
El apóstol Pablo, al igual que Richard Smalley, y que cada uno de nosotros, no entendía ni pretendía entender acerca de lo que lo rodeaba, sin embargo, desde sus entrañas, admitía la existencia de Dios, y lo decía de esta manera:
“Porque lo invisible de Dios, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas...”
Romanos 2:20
Los cristianos, al igual que Pablo, no necesitamos de pruebas empíricas para saber qué Dios existe, porque él ya es parte de nosotros mismos, pero resulta agradable y confortante, cada día de nuestra vida, visibilizar su creación, su poder y su deidad, hecho que nos inspira a reconocerlo como lo que es, nuestro Dios.
Juan Alberto Soraire
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