Testarudos espirituales

Debe haber pocas cosas más incómodas que tratar de establecer un diálogo con un testarudo. Dios lo sabe, cuando debe lidiar con más de uno de nosotros.

Testarudo proviene del latín y se refiere a aquellas personas obstinadas, tercas y porfiadas, a quienes denominamos coloquialmente “cabezas duras”.

Somos testarudos cuando consideramos que nuestro punto de vista, nuestra forma de ver las cosas, nuestras decisiones, son las únicas correctas y acertadas, aun cuando hay circunstancias y resultados concretos que muestran lo contrario.

Ser porfiado suele ser una característica arraigada en nuestra personalidad, incluso hasta resulta simpática en algunos. No está mal defender con argumentos razonables nuestra posición ante ciertas situaciones.

Lo cierto es que el testarudo consuetudinario, no escucha consejos ni advertencias, y suele resistirse a la corrección, por más amorosa que esta sea y al margen de quien se la haga.

Es esencialmente orgulloso. Sabe que va a chocar la calesita, pero no acepta la opinión de los demás, tampoco le interesa, su auto suficiencia no le permite ver más allá de sus narices.

El problema aparece, cuando las cuestiones que están en juego son de orden espiritual, me refiero al hecho de que si nuestra porfía y terquedad, se estuvieran oponiendo a la voluntad de Dios.

El primer consejo bíblico es preciso: “…no seas sabio en tu propia opinión…” Proverbios 3:7

La Biblia, describe al testarudo espiritual de una manera muy gráfica, los denomina "duros de cerviz", porque al testarudo, le cuesta agachar su cabeza y admitir que puede estar equivocado.

Los “testarudos célebres”, mencionados en La Biblia, no fueron pocos, y no solo fueron personas de carne y hueso, sino también pueblos enteros, que se negaron a escuchar y a obedecer la voluntad del Dios que decían adorar…y así le fue.

El ejemplo más patético de testarudez colectiva probablemente haya sido el comportamiento del pueblo de Israel en el desierto.

Habían sido liberados de Egipto, por la mano poderosa de Dios, quien les dio promesas, provisión, guía… sin embargo, se rebelaban y dudaban constantemente de las instrucciones recibidas, su propia opinión era la regla de fe que los guiaba… al fracaso.

El enemigo terrenal del pueblo hebreo resultó ser “el cartero”, el pobre Moisés, eventual encargado de transmitirles la voluntad de Dios. ¡Claro, Moisés no siempre les decía lo que querían escuchar! Probablemente ni lo escucharan.

Resultaron ser tercos como mulas, se negaron a admitir, la posibilidad de que pudieran estar equivocados.

“…dijo el Señor a Moisés …este pueblo es, por cierto, pueblo de dura cerviz” Éxodo 32:9:

Las consecuencias de su comportamiento fueron elocuentes, 40 años dando vueltas en el desierto.

Otro ejemplo de testarudez, pero en este caso destructiva, fue la del Faraón de Egipto. A pesar de las advertencias y las plagas que le fueron enviadas por Dios, el tipo, en lugar de admitir las circunstancias, endureció su postura, y se negó a liberar al pueblo hebreo… y así le fue.

“… cuando vio Faraón que había alivio, endureció su corazón y no los escuchó…” Éxodo 8:15

El rey Saúl, fue otro testarudo famoso. Dios le había ordenado destruir completamente a los amalecitas, pero él, terco como una mula, como podemos ser algunos de nosotros, decidió obedecer a medias, lo cual provocó que Dios lo rechazara como rey. Quiso hacer las cosas a su manera, no según la voluntad de Dios.

“… Por cuanto tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.” 1 Samuel 15:23

Jonás fue otro ejemplo de terquedad. Se vio obligado a obedecer por la fuerza, pero en este caso, Dios fue paciente con él.

También en el Nuevo Testamento, nos encontramos con testarudos célebres. El ejemplo patético fueron los fariseos, líderes religiosos, que se empecinaron en no reconocer a Jesús como el Mesías. A pesar de ser testigos de sus obras, enseñanzas y milagros, se aferraban a sus obsoletas tradiciones, y de hecho, hasta planearon matarlo.

“¡Gente terca! ¡Ustedes son paganos de corazón y a la verdad, sordos! … Hechos 7:51

Esteban, antes de ser apedreado, refiriéndose a ellos dijo: “… son igual de testarudos que sus padres…”

La pregunta es: ¿Hasta cuándo Dios será paciente conmigo, o con vos, como lo fue con Jonas?

La testarudez y la obstinación, cuando se trata de obedecer la voluntad del Dios que decimos adorar, es peligrosa. Cerrar la mente y el corazón ante la voz de nuestro Dios, no es aconsejable… y siempre tiene consecuencias.

El Dios de la Biblia se comunica con los creyentes de diversas maneras, solo necesitamos desarrollar la sensibilidad espiritual para reconocer cuándo lo hace.

“Dichoso el que teme al Señor, pero el que endurece su corazón caerá en desgracia.” Proverbios 28:14

Suena como una amenaza, es cierto, el autor de la misma, por supuesto, no fui yo, en todo caso, lo único que se me ocurre pensar es … “el que te avisa…no te traiciona”

Para terminar, y como siempre afirmo: “al que le quepa el poncho…que se lo ponga…”

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón