““Tengo un sueño”
Vivimos tiempos donde la apariencia vale más que la verdad, y la emoción ha reemplazado a la convicción.
El evangelio de la cruz, en ciertos lugares parece haberse reducido a un espectáculo teatral disfrazado de fe. Lo sagrado se diluye en entretenimiento. Ya no se predica para salvar, sino para agradar, ahora ministramos sensaciones. Invocamos a Cristo, pero su presencia brilla por su ausencia.
Muchos líderes cristianos no advierten que la mayoría de las personas no lee la Biblia, pero sí lee nuestras vidas, escucha lo que decimos y observa cómo vivimos la fe. No pasamos desapercibidos.
Pero en medio de esta realidad que nos duele, también hay historias que nos inspiran. Hombres de Dios que no buscaron el centro del escenario, sino el centro de la voluntad de Dios. Hoy quiero recordar a uno de ellos: Martin Luther King Jr.
El pastor King, nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia, en una familia cristiana afroamericana. Su padre era pastor bautista, y desde pequeño Martin vivió inmerso en la fe y en la lucha por la dignidad de los oprimidos.
A los 15 años ingresó a la universidad, obtuvo un doctorado en Teología en la Universidad de Boston. Inspirado por el Evangelio, comprendió que la fe no debía quedarse encerrada en los templos, sino encarnarse en la vida pública. Salió a la calle.
Luther King, inició su liderazgo público, en 1955, al encabezar el boicot a los autobuses de Montgomery, luego del arresto de Rosa Parks, “por negarse a dar su asiento a un pasajero blanco”. Durante 381 días, miles de personas resistieron la segregación sin violencia. King defendió la no violencia como camino cristiano.
Fundó la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur y lideró marchas por el derecho al voto, la igualdad y la libertad.
En 1963 encabezó la Marcha sobre Washington, donde pronunció su famoso discurso cuyo título fue "I Have a Dream" (Tengo un sueño). Allí expresó su ilusión de una sociedad donde el interior de una persona valiera más que el color de su piel.
“Ya no hay judío ni griego… porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” Gálatas 3:28
En 1964 recibió el Premio Nobel de la Paz. Ese mismo año se aprobó la Ley de Derechos Civiles, y luego la del derecho al voto.
Solía afirmar: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio; solo el amor puede hacerlo”
Su guía siempre fue Cristo. Su prédica no era política disfrazada, sino fe vivida con integridad. Su vida fue marcada por textos como:
“…quiero ver una tremenda inundación de justicia y un río inagotable de rectitud” Amós 5:24
El 4 de abril de 1968, mientras apoyaba a trabajadores afroamericanos en Memphis, fue asesinado de un disparo. Tenía apenas 39 años. Murió como un mártir cristiano moderno, siguiendo el ejemplo de aquel en quien creyó.
Y aquí es donde aparece el contraste que incomoda y que marcamos en el comienzo de este artículo. Hoy abundan líderes que se dicen cristianos, pero sus mensajes están teñidos de gritos, espectáculo, manipulación emocional, promesas vacías, búsqueda de fama, mentira y codicia.
Mientras King caminaba con los pobres, estos supuestos “líderes”, vuelan en aviones privados. Mientras King predicaba con su vida, estos actúan desde el púlpito. Mientras King iba a la cárcel por defender al oprimido, estos acumulan riquezas… mientras el pueblo sufre a su alrededor.
El problema no es el fervor, sino la falta de verdad y coherencia. No se trata de renunciar al entusiasmo, sino de recuperar la esencia, porque el Evangelio no es show, es entrega. No es aplauso, es la cruz. No es fama, es fidelidad en quien murió en la cruz por cada uno de nosotros.
“Martin Luther King Jr. no fue perfecto, pero fue creíble”. Fue un hombre de oración, acción y riesgo. Hoy, más que nunca, necesitamos líderes así. Que vivan el Evangelio sin maquillarlo. Que no usen a Dios como plataforma, sino que se dejen usar por Dios, para servir.
Cristianos:
“El mundo puede no leer la Biblia, pero está leyendo nuestras vidas. Y alguien, en este momento, está leyendo la tuya y la mía”
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón