¡Viejos… son los trapos!
Voy a pensar en voz alta, quizás alguien pueda estar escuchando.
Mi abuela, solía decir: ¡Viejos… son los trapos! cuando pretendía destacar que la edad que cargaba a cuestas, sus abundantes años de vida, no la definían como persona, ni mucho menos la descartaban, sino por el contrario, era su experiencia, espíritu y actitud frente a la vida, lo que la valoraba como tal.
Aquel antiguo dicho de antaño, esgrimido con un poco de enojo por parte de mi abuela, era, además de un implícito reclamo, una manera objetiva de afirmar, que los años no son siempre una limitación para continuar siendo activo, útil y valioso para quienes nos rodean, aunque estos, no siempre se den por enterados.
Por aquellos tiempos, yo solía reflexionar acerca de la actitud de mi abuela y pensaba: ¡Es orgullosa la vieja!
Recuerdo además, que mi abuela no fue la única, porque fueron muchos “los viejos” que me rodearon, que, con la misma actitud, reclamaban su lugar en la vida, resistiéndose probablemente, a ser dejados de lado.
Pero resulta ser, que todo llega, y el que escribe, que ayer se encontraba de un lado del mostrador, hoy le toca estar del otro. Ayer fue joven y hoy ya no lo es.
Lo cierto es que el envejecimiento es inevitable y trae consigo una serie de cambios en el cuerpo humano.
Una vieja canción de Alberto Cortes describe en parte la situación cuando afirma, refiriéndose a los entrados en años, “…aparece una mancha por aquí y otra por allá”, a las cuales podríamos sumarle también, arrugas, falta de elasticidad, canas, presbicia, pérdida del pelo y tantas otras cuestiones, sin olvidarnos de los problemas cognitivos.
Todos sabemos que los cambios sufridos por nuestros cuerpos, forman parte del proceso natural de envejecimiento. No se pueden evitar por completo a pesar de todos los esfuerzos que hagamos.
Hasta aquí, nada nuevo, hoy me toca a mí, y mañana, indefectiblemente, te va a tocar a vos, aunque aún no lo hayas asumido, hecho que no debería preocuparnos, si no fuera por algunas cuestiones externas, por llamarlas de alguna manera, que asechan a la vejez y de las cuales quisiera hoy poner sobre la mesa.
Me refiero concretamente a la segregación y el rechazo que existe hacia “los viejos” por una gran parte de la sociedad de hoy, y de todos los tiempos.
La discriminación hacia las personas mayores, que mi abuela describía como “viejos… son los trapos”, es conocida en la actualidad, como “edadismo”.
Se trata de un fenómeno complejo que siempre ha existido, que hasta hace poco no tenía nombre, y que es motorizado, por muchos factores culturales y sociales.
Quizás el más notorio de ellos, es el hecho de que los jóvenes en general, y otros que ya no lo son y que aún no se han dado cuenta, tengan en sus mentes, estereotipos negativos sobre la vejez.
Para muchos de ellos, los viejos, además de no estar dotados de hermosura, suelen ser: lentos, gruñones, rigurosos, incompetentes o menos competentes, exigentes, detallistas, y hasta ciertas veces molestos.
Este fenómeno en particular se da mayormente en las culturas occidentales. No podemos afirmar lo mismo de las culturas orientales, donde la actitud hacia los adultos mayores es de honor y respeto, doy fe. De hecho, deberíamos aprender de ellos.
Los motivos por los cuales se dan estas circunstancias en la sociedad moderna, son muchos. Los estudiosos del tema resaltan dos en particular, el miedo al envejecimiento, y a la propia muerte.
El rechazo por parte de los jóvenes hacia los mayores, lo vemos potenciado en los últimos años por el avance de la tecnología, la cual ha instaurado una nueva y maniquea brecha generacional.
Existen honrosas excepciones, pero podemos constatar fácilmente, que “los viejos”, son descartados tempranamente en muchos espacios sociales, hecho que lo vemos particularmente en el ámbito laboral y en los medios de comunicación, donde se glorifica la juventud, como si esta fuera eterna.
Los cristianos, podemos comprobar que, en La Biblia, lugar donde se encuentra manifestada la voluntad del Dios a quien decimos adorar, no es ajena a este aparente conflicto generacional, y, por el contrario, tiene mucho que decirnos al respecto. Veamos.
"Ponte en pie delante de las canas, y muestra respeto por las personas de edad. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor" Levítico 19:32
"En los ancianos está la sabiduría, y en la largura de sus días la inteligencia." Job 12:12
"La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez." Proverbios 20:29
"No reprendas al anciano, sino exhórtale como lo harías con tu propio padre… con toda pureza y amabilidad." 1ª Timoteo 5:1-2
Vemos en ellos claros mensajes de respeto, comprensión, cuidado y reconocimiento de la sabiduría y la experiencia, hacia las personas de edad.
En el siguiente versículo, encontraremos además de un mandato, una promesa.
"Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Dios te da." Éxodo 20:12
“El que tiene oídos para oír, que oiga”, diría Jesucristo.
Pero yo quisiera terminar este posteo, de la única manera que podría terminarlo, y esto es, emulando la actitud de mi abuela, por lo tanto, reafirmo sin lugar a dudas, que:
¡Viejos… son los trapos!
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón